mayo 31, 2012

No leer


Cuando me inicié en el mundo de la lectura más allá de mis prácticas personales, es decir como maestra, tallerista y demás monerías en las que he participando en la búsqueda quimérica de “formar lectores”, me tomé tan en serio la tarea que me volví sin quererlo o darme cuenta “la embajadora mundial de los lectores, las lecturas y el mundo escrito que me rodeaba”

Mi juventud (de esos tiempos) y mis buenos deseos me hacían saltar en defensa de la lectura a la menor provocación: si la plática tenía que ver con política yo veía la forma de darle un giro y hablar de las necesidades de lectura en el país, si algún familiar o amigo estaba pasando por un mal momento lo primero que hacía era recomendarle un libro “que le cambiaría la vida y lo ayudaría a salir del bache”, si yo estaba enferma, triste o dudosa sobre cualquier asunto utilizaba los libros como si fueran ouijas o bolas de cristal capaces de predecir el futuro. Pensaba que todo en el mundo sería mucho más fácil si la gente compartiera mi afición por lo escrito y se interesara un poquito más en cultivar sus gustos y habilidades literarias.

El problema, lo supe años después, es que la fuerza de mi deseo tenía que ver simple y sencillamente con lo que YO necesitaba y encontraba en la lectura, era la respuesta a mí vida en ese momento, a mis miedos, frustraciones y soledades. En lugar de tratar de entender por qué la lectura me parecía tan maravillosa y necesaria, me dedicaba a adoctrinar de forma barata  e irrespetuosa, no toleraba que la gente  hablara sin tapujos sobre sus escasos hábitos lectores o las lecturas chatarras que a mi juicio consumían.

Mi obstinación con la práctica me llevó como si fuera un péndulo al extremo de lo que buscaba (o creía buscar) en un principio, en lugar del dialogo abusaba de interminables y aburridos monólogos y juzgaba con la mano en la cintura lo que se debía o no leer. Pero la vida es mucho más que lecturas y poco a poco empecé a darme cuenta de mi falta de tolerancia y criterio cuando hablaba de leer, me percaté de cómo había caído en el templo de la adoración a la lectura y comencé a buscar el pensamiento dialéctico por encima del autoritario. 

Como cualquier fanático en recuperación todavía no estoy del otro lado y constantemente tengo que poner en tela de juicio mis piensos sobre las prácticas de lectura; ¿esto me parece importante para otros o es lo que yo necesito en este momento?, ¿quiero que lean por mí o por lo que pueden encontrar en el texto?, ¿el libro que le cuento a mi hija lo leo para ella o para mí?, ¿soy capaz de respetar la elección de no leer?, ¿cuánto entiendo de la rebeldía en contra del texto?, ¿cómo me acerco a otras formas de lectura?, ¿por qué me siento amenazada o aludida de forma personal cuando hablan de sus lecturas?...

Hay tantas preguntas como contextos y momentos para inquirir sobre las prácticas personales y ajenas en torno a la lectura, el hecho es que como cualquier otra actividad humana no puede ser un bastión de cambio incuestionable y todopoderoso. Leer puede darnos mucho pero también puede no ser nada, puede sanar pero también hacer un daño enorme (cuando se abusa del poder de las palabras o se presume de intelectual de pacotilla), la lectura libera pero también restringe y abruma, es una herramienta de cambio y a la vez una poderosa arma de control.

Al final como dice el escritor Daniel Pennac en Como una novela, debe existir también el derecho a no leer y en última instancia a callarse y dejar al otro hacer y leer lo que se le antoje…

cj

Ilustración de Quentin Blake sobre los Derechos del Lector de Pennac

mayo 29, 2012

Querido Diego te abraza Quiela

En la escuela en la que actualmente trabajo estas última tres semanas se ha estado exponiendo, dialogando y leyendo sobre el amor. Observando y analizándolo desde diversas perspectivas.

Yo les pedí leyeran el libro de Querido Diego te abraza Quiela (Poniatowska, 2007).

El libro contiene las cartas que Quiela le enviaba a Diego Rivera desde Francia, imaginadas éstas por la mente de Elena Poniatowska. Es decir, no fueron escritas por esta amante de Diego Rivera sino producto de la imaginación de la escritora.

Dicha lectura ha levantado un revuelo entre los estudiantes, en primera les parece que escribir al ser amado carece de sentido (qué sentido puede tener si ellos levantan el móvil a la hora que sea, se conecta al skype o actualizan su estado en facebook o twitter cada 5 segundos); segundo, no puede comprender un amor atormentado, para qué le seguía escribiendo si él no le devolvía una sóla carta, si además él ya tenía otra mujer a su lado; tercer punto de discusión, no vale la pena amar a alguien que no está en tu misma ciudad.

Hemos discutido el modelo mediatizado del amor, el marcaje cultural acerca de qué sí es una relación de amor romántico y qué no lo es, sin embargo y a pesar de su análisis, ellos han clasificado a esta relación como de no amor, como si una persona no pudiera amar a otra con intensidad a pesar de que ésta decide no corresponder.

El libro mencionado es desgarrador, su lectura los puede dejar odiando al renombrado pintor y tonteando a la amante abandonada... si eso sucede es que las palabras ahí colocadas por la pluma dispuesta de nuestra Poniatowska cumplió su cometido: provocar una emoción.

¡Qué lo disfruten!

dfcg

mayo 28, 2012

¿Dónde viven los monstruos?


Max es un niño como cualquier otro,  un niño que al crecer tiene que renunciar a ser el centro de atención y refugia su fragilidad en un disfraz. El problema de Max es que aún no reconoce a sus monstruos “su lado salvaje”  y su aventura consiste en sacarlos de sí mismo para nombrarlos, enfrentarlos, resistirlos y reconciliarlos.
Cualquier niño teme a sus monstruos. Este hermoso cuento les enseña como derrotarlos, incluso a los más pequeños,  gracias a la sencillez de lenguaje y las magníficas ilustraciones.   Max vence a sus monstruos sin destruirlos simplemente despidiéndose de ellos.  Al  terminar su viaje simbólico y volver a casa, ya sabe dónde viven su rabia, sus celos, su miedo; todas esas emociones difíciles de aceptar que aprendió a tratar.
En 2009 se hizo una adaptación al cine del cuento de Maurice Sendak: Where the wild things are.    Mi hijo menor tenía 5 años y en una escena lloró conmovido, entonces le preguntamos qué era lo que le había hecho llorar, él  contestó:  “la canción”.  Y es que, como una querida amiga melómana que tengo me hizo ver, el mayor acierto de la versión fílmica es que la música te lleva a los mismos lugares del alma a los que  las palabras del texto y las imágenes  pretendieron transportarnos.
Sendak acaba de fallecer este mes, a los 83 años, dejándonos esta  ventana para que cualquier niño, como Max, encuentre el lugar donde viven sus monstruos y deje de temerles. 

sd

mayo 25, 2012

Leer en fuerte



Para mí leer en voz alta es una actividad entrañable, no sé con exactitud cuando o cómo adquirí el gusto por esta práctica pero creo que fue desde que era muy pequeña. Mis primeros recuerdos al respecto son de cuando yo iniciaba en la primaria y nos hacían leer “hasta el siguiente punto y aparte”, siempre esperaba que me tocara un párrafo largo y me ponía nerviosísima antes de mi turno. Me acuerdo que en cuarto de primaria pude leer frente a toda la escuela pues a mi salón le asignaron las efemérides del mes y mi maestra me seleccionó para leerlas, yo temblé de principio a fin a pesar de que me sabía de memoria los cinco renglones que leí. Ese nervio anticipado hasta la fecha me acompaña siempre antes de alguna lectura y lo disfruto enormemente.

Lo curioso es que esta práctica que parecía deliciosa y fundamental cuando empecé a leer, con cada año que cursaba se hacía más escasa, en secundaria rara vez  algún maestro pedía voluntarios para leer un apunte recién dictado o la entrada del libro de texto, pero fue una práctica nula en la clase de español y fuera del salón no se consideraba necesaria. Si yo seguí leyendo era porque a mi hermana también le gustaba y a veces repetíamos la práctica de “hasta el siguiente punto y aparte” entre nosotras. En preparatoria y universidad leer en voz alta era un sacrilegio, nadie lo hacía y a nadie le interesaba escuchar, en las clases de literatura si es que alguna vez leímos lo hicimos en parejas nunca en grupo o de forma organizada. Yo leía en voz alta para mí, sola y pensando que  lo que hacía tenía más que ver con cierta falta de cordura que con el gozo por las palabras.

Pero hay cosas que se nos pegan al corazón a pesar del contexto o lo que suceda en nuestra vida y para mí leer en fuerte ha sido un acto necesario. Hay pasajes de novelas, algunos cuentos o ciertas poesías que si no las digo en fuerte no las entiendo del todo, necesito jugar con la entonación, los puntos y  el silencio para aflorar el sentimiento y hacerlos más míos.

Durante el breve tiempo que fui maestra de preescolar  constaté la fuerza que tiene un texto contado y el poder de las palabras cuando se les llena de sentido y sentimiento y en los años que he trabajado con adolescentes leer en voz alta siempre ha sido una práctica esencial en mis clases, una práctica que en un principio no les parece ni interesa pero que a menudo los enamora y reconcilia con la otra lectura (esa en silencio, que siempre parece más formal y necesaria). Una actividad que además provoca que revisemos nuestra capacidad de escucha, casi extinta y tan necesaria en estos tiempos.

Como mamá leer en voz alta me ayudó enormemente durante los primeros meses de vida de mi hija, a ratos cuando yo estaba tan cansada que no sabía bien que decirle o cómo decirlo, tomaba un libro y le leía. Yo sabía que ella no entendía el significado del texto, lo que a mi hija le gustaba era la calma que se apoderaba de mi voz al leer, la forma en la que jugaba con las palabras y me divertía.

Y es que cuando se lee de corazón, cuando tomas un libro y te armas de valor para empezar a contarlo, cuando conoces las palabras y sientes la necesidad de paladearlas y compartirlas entonces la lectura en voz alta es más que lectura, es una forma de comunicación entre inconscientes, un dialogo de tonos y melodías que nos acercan a las fibras más sensibles y profundas de lo que somos.

Si no me creen los invito a que lo intenten. Empiecen a leer frente a otros y verán qué es lo que sucede; serán testigos de como el ruido cede ante la voz y el silencio de quién escucha comienza poco a poco a acompañar a quién lee. Porque sobra decirlo pero una lectura en voz alta no la hace sólo aquel que lee, también quién escucha con su silencio construye el texto y lo interpreta.

cj

mayo 22, 2012

La Sangre de los Inocentes

Todo inicia con un fraile, notario de la inquisición, que sufre debatiéndose entres dos polos opuestos: su madre adoptiva es perfecta de los Buenos Cristianos (popularmente conocidos como los cátaros) y su vocación de servir a la iglesia católica persiguiendo y eliminando a los herejes.

La historia continua con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, centrándose en la desaparición de personas y el silencio de todos los que tenían miedo de protegerlos o ayudarlos.

Continúa con las ideas posteriores a la finalización de esta conflagración mundial.

Llega hasta nuestros días y la intolerancia del mundo árabe para con Occidente y viceversa.

Julia Navarro, periodista, tiene como premisa al escribir hacer que el lector busque leer sus historias con avidez. Yo doy garantía que esa premisa se cumple, al menos con éste, el primer libro que me he leído.

El hilo conductor de la historia que narra la novela es la intolerancia hacia las ideologías diferentes: los buenos cristianos contra los católicos, el nazismo alemán, los árables contra los judíos, los musulmanes contra el mundo Occidental. Tantas historias que se entrelazan, tantas que se repiten y el mismo desenlacen: acabar con la vida del otro, de que no es como yo, del que no cree en lo que yo, del que luce diferente.

Estarlo leyendo en esta época de "crisis" económica y de esperanzas me ha puesto ante la idea de que quizá no estoy leyendo la historia sino el presente continuo, una narración de lo que está pasando y de lo que puede llegar a seguir sucediendo.

La edición que tengo entre mis manos contiene una carta de la autora que finaliza: Sí, es una novela de acción, un trhriller, pero es algo más; es la apuesta por un futuro donde no quepa ni el fanatismo ni la violencia. Es mejor perseguir un sueño que rendirse a no tenerlos. Prefiero perseguir utopías.

Quizá leerla es una manera se sumarse a estas utopías, un mundo en el que podamos convivir todos.

dfcg

P.D. He incluído una serie de hipervínculos con el fin de incluir las ideas eje de la novela, espero los disfruten.



mayo 21, 2012

Una ventaja y un placer


Una persona como yo, que padece de pánico escénico, no se vería a sí misma desempeñando un trabajo donde tuviese que estar hablando delante de un grupo mayor a tres personas. Sin embargo, por alguna circunstancia impredecible y por mediación de un entrañable amigo, me convertí en maestra de secundaria y preparatoria. En lo que creía una opción laboral pasajera, encontré una vocación que he amado férreamente a lo largo de poco más de una década. 

Descubrí que podía contribuir en la tarea social de construir lectores. En el camino me fui dando cuenta que se trata de una tarea casi artesanal, no hay fórmula efectiva. Por principio hay que ser un lector de amplio espectro, solamente así  se puede acudir a una gama suficiente para ofrecer a los lectores en formación. Hay que ser también muy observador para proponer cierto libro en el momento adecuado, es decir: el que sea compatible a  los intereses particulares de cada alumno; que lo motive a leer, releer, charlar y escribir sobre lo que descubrió entre páginas.

Tengo que decir que soy afortunada, con frecuencia mis exalumnos me hacen sentir su cariño y gratitud. Se entenderá sin dificultad que, cuando desde siempre fueron sensibles a la lectura, no me adjudico mucho mérito.  El verdadero reto es que lean quienes todavía no encontraron el gusto en hacerlo.   En días recientes vino a saludarme un exalumno; que mientras estuvo en la preparatoria,  fue un alumno muy querido por su personalidad carismática. Sin embargo no fue un alumno proclive a leer, era más bien el tipo de alumno deportista e inclinado a las ciencias exactas.

Pues este muchacho que ha sido capaz de seguir su propia pasión (ahora está a mitad de la carrera de Arquitectura) me ha dicho algo que los maestros necesitamos escuchar de vez en cuando para continuar:  -"Gracias por darme el hábito de la lectura, es una ventaja y un placer"-. Me sorprendí porque recordé algunos  libros que le había dado a leer a este futuro arquitecto: Albercas de Juan Villoro (algo que en su momento le ofrecí por tratarse de un autor cuyo estilo es asequible y porque se trataba de un libro de cuentos,  género muy  favorable para quienes todavía no consiguen permanecer mucho tiempo inmersos en la lectura) y Dios sí juega a los dados de Óscar de la Borbolla, una vez que  había mostrado agilidad lectora, ya que para interpretar correctamente estos cuentos hace falta poner en juego  teorías científicas (geometría de fractales, matemáticas del caos, saltos cuánticos, física cuántica).
 
Platicamos un poco sobre sus lecturas actuales y no hizo falta que aclarara porqué leer es para él una ventaja y un placer. En su discurso fluido se explicaba a sí mismo. Creo que el secreto está en la convicción de que existe un libro para cada quien.  El maestro de Literatura tendría que ser una brújula para que sus alumnos encuentren  ese libro y que, independientemente de convertirse en ingenieros, abogados, arquitectos, médicos, músicos, escultores, no dejen de ser lectores porque es así como podrán llegar a ser personas tolerantes y críticas a la vez.  Sigo teniendo pánico escénico, pero la mejor manera que encontré de superarlo es hablar de Literatura. 

P.D. Por cierto, la ilustración que me acompaña fue hecha por otro alumno, en otro momento, pero sobre el mismo libro que mencioné antes. Sin embargo  “esa es una historia que deberá ser contada en  alguna otra ocasión”
P.D. 2 Les dejo aquí un enlace a mi propio cuento favorito de Dios sí juega a los dadosEl paraguas de Wittgenstein. Gracias al cual, finalmente, entendí la intincada teoría de este filósofo del lenguaje.

sd

mayo 18, 2012

La cocina de la escritura


El día de hoy les voy a recomendar un libro que para mí ha sido fundamental como estudiante y maestra. Se llama La Cocina de la Escritura su autor es Daniel Cassany y lo publica la editorial Anagrama en la Colección Argumentos.

La magia de este libro reside en su sencillez, va más allá de los complejos manuales de redacción que uno encuentra cuando busca información para iniciarse en el arte de la escritura o de los soporíferos libros prescritos para enseñar a escribir a estudiantes de preparatoria y universidad. La cocina de la escritura,  se salta todas las obviedades y combate el tedio de algunas explicaciones que en ocasiones solo erradican el gusto por la escritura.

En el prólogo, Cassany habla de las exigencias de la vida moderna en el ámbito de la escritura, nos hace pensar en los momentos en los que el código escrito es nuestra carta de presentación; currículum personal, queja o reclamación escrita, informe laboral, etc. y pone el dedo sobre la llaga en cuestiones de escritura al hablar de la escasa formación que se otorga en la escuela obligatoria para aprender a escribir. El autor lo dice sin rodeos no encontrarás nada de gramática ni de ortografía. Mi cocina sólo utiliza productos comestibles. Trata del más allá, de lo que hay detrás de barbarismos o faltas de ortografía.

El libro consta de dieciséis capítulos que ayudan al lector a ir trazando un mapa de composición según sus necesidades o intereses de escritura.  Cassany va orientando la escritura hacia la consecución de algún objetivo en particular,  parte de cuestiones simples como lo que hace que un texto sea legible, o las circunstancias que dan pie a a la escritura, hasta elementos más complicados o profundos como la estructura de los párrafos, la arquitectura de la frase y la textura escrita. El lenguaje es accesible e invita a la escritura y la exploración de las ideas, rompe el mito de que escribir bien es solo para los que tienen el don y nos pone a escribir, revisar y reescribir hasta conseguir lo que buscamos.

cj

De cómo me pude haber alejado de la lectura

Aprendí a leer a los 6 años con 5 meses (nada del otro mundo) pero, fui la primera del grupo A de primero de primaria que aprendí a leer. Por esta razón, la madre Del Castillo (una monja delgada, con lentes de fondo de botella verde, con una voz de fierro) me convocó a "tomarle la lectura" a mis compañeras (desde ahí empezó mi labor docente).

Mis padres al ver que me gustaba leer y que me adueñaba de la Selecciones y de la Contenido (ambas revistas para adultos, famosísimas en los setentas y ochentas), decidieron empezar a regalarme libros...pero su elección no era nada motivadora.


El primer libro que  mi madre puso entre mis manos fue Corazón, diario de un niño de Edmundo de Amicis. Todavía veo el libro y mi estómago se encoge. Sí, Enrique, el niño que escribe el diario, narra sus experiencias de sufrimiento, de dolor, de tristeza. Cada día me provocaba un llanto terrible, me iba a dormir con el alma dolorida.

El segundo libro fue Heidi, ¡dios mío! La historia de una niña huérfana que vive con el abuelo pero es arrancada de sus brazos para ir a encerrarse a una gran casa con una niña que no podía caminar y además tenía que seguir una serie de lineamientos para saber comportarse como una señorita. Si eso era lo que había en los libros...¡renuncio!

Lo peor, ahora creo que era lo peor, es que no había con quien comentar lo que estaba leyendo, mis papás pensaron que esos libros eran lindos (ellos mismos los habían leído) y que además eran inocentes. Hasta que un día mi mamá me sorprendió llorando y se detuvo a platicar. Observó que las historias no me estaban alentando, sino por el contrario, destrozando el alma infantil.

En aquella época, 1979, salió a la venta El libro de oro de los niños, para facilitar su adquisición se ponía a la venta un tomo cada quince días en el supermercado. Fue así como mi mamá incluyó en su presupuesto doméstico una apartado para dos tomos de estos libros y yo conocí otras historias que me hicieron reír, adivinar y memorizar.

Gracias a estas lecturas, que me mostraron que en los libros había más que historias tristes y que mis primos que estaban en la universidad habían dejado sus libros en casa de mi abuela, seguí con el hábito de leer...si no, los mismos que me habían inspirado -mis padres- me hubieran condenado al analfabetismo funcional.

dfcg

mayo 15, 2012

De cómo me inicié en la lectura

Ha sido mi cumpleaños número 40, se escribe fácil y rápido, se requiere valor y equilibrio para alcanzarlo, lo afirmo basada en la experiencia.
Para festejar pasé de la idea de hacer una gran fiesta a huir de la ciudad y esconderme para que los amigos y familiares no me recordaran la edad que estaba por cumplir, finalmente quedé en el punto medio: una reunión en casa.

Mi idea de festejo fue que los amigos pasaran a comer un pedazo de pastel y me dieran un abrazo, siempre es bueno, justo ese día, recibir carga de energía positiva, buenas vibras y mejores deseos. La sorpresa del día fue recibir un libro por cada persona que pasó a felicitarme.

Soy ahora una persona de 40 años con una biblioteca enriquecida.

Al día siguiente, observé cada ejemplar y me leí la contraportada con un buen café y pensé ¿a qué se deberá que me gustan los libros y las historias o conocimiento que encierran? Una imagen acudió a mi: mis padres acostados en su cama después de cenar cada uno con libro en mano, mi padre a la hora de desayunar con la nariz -y los ojos- clavada entre las hojas olorosas a tinta del periódico matutino; mis padres y yo, los miércoles o viernes, entrando a la Librería Santa Rita (Culiacán, Sin.) para adquirir cada uno un ejemplar de la revista y cuento de libre elección; mi padre consultando el diccionario (tumba burros) cada que yo tenía una duda sobre alguna palabra; mis padres dejándome que yo tocara los libros y hasta profanara sus portadas interiores con garabatos.

Ellos y su ejemplo desinteresado provocaron mi gusto por la lectura. Ya contaré en otra ocasión como ellos mismos estuvieron a punto de alejarme del hábito lector.

dfcg

mayo 14, 2012

Pan de papel.


Estoy segura que el amor a las letras tiene muchos caminos; un maestro, un hermano, un amigo, un padre o una madre tiene alguna vez el buen tino de ponernos en las manos el libro que nos hará entrar por la puerta de ese amor.  Si hay buenaventura en los primeros encuentros, el amor será eterno. Para mí, darles de leer a mis hijos ha sido tan importante como darles de comer.  No soy precisamente una buena cocinera (a pesar de mis esfuerzos)  pero he procurado esmerarme en la otra alimentación.

la imagen fue tomada de: http://www.facebook.com/taller.sociologico
 La primera cosa que compré para mi hijo mayor,   cuando todavía no había nacido, fue un libro. Un libro para bebés que sería  reinventado infinidad de veces mientras aprendía el arte de pasar de hoja.  A ese se sumaron otros que hicieron crecer una colección de diferentes sabores:  libros de historias favoritas, que prácticamente memoricé de tanto repetir, libros de dinosaurios –a los que un tiempo fue ferozmente aficionado, hasta volverse experto en la nomenclatura de esos gigantes prehistóricos-  Más tarde los libros de mitología y seres fantásticos. Su apetito era voraz.

Al nacer su hermano, compartir cuarto y juguetes no representó un gran reto; no se puede decir lo mismo de compartir a mamá, menos cuando se trataba de la hora del cuento. Mi hijo mayor  ya era capaz de leer por su cuenta “libros gordos” de los que no se terminan en una noche, así que  se vio obligado a dejarle su lugar en el rito nocturno a su hermanito.  Más de una noche lo sorprendí espiando el cuento infantil que yo leía. Así que lo invité a volver a escuchar a los hermanos Grimm y turnarse la voz conmigo.
Cuando llegó la época de las sagas,  su paladar no admitía el  Harry Potter tan popular entre otros muchachitos de su edad.   Se quejaba de no poder comentar con nadie las aventuras  de los hermanos Jacob y Will Reckless. Así fue como mi hijo me presentó a Cornelia Funke; mientras uno de los dos leía un capítulo de Corazón de tinta,  el otro lavaba los trastes. Cuando él  adelantaba por su cuenta, me mantenía al tanto del avance de la trama y charlábamos sobre las posibilidades de lo que ocurriría más adelante en la historia. 

Esta novela juvenil me gustó particularmente, porque la autora comienza cada capítulo con un epígrafe de algún libro fabuloso. En los casos en que yo conocía el libro en cuestión tuve  la ocasión para platicarle sobre grandes obras de la Literatura. Ahora que encuentra en su camino autores hablando de otros autores, maestras maravillosas que comparten sus libros con él, está listo para procurarse su propio pan de papel. Tal vez él mismo se convierta en camino para otros, tal vez en el futuro, comprará un pan de papel y lo dará a sus propios hijos.

sd

mayo 12, 2012

mayo 10, 2012

Internet, ese espejismo en la educación de México



El domingo mientras escuchaba el debate de los candidatos presidenciales, sin quererlo me percate de algunas trucos que inventaba al vuelo para intentar seguir de cerca las participaciones de los candidatos: concentrarme en la repetición de palabras, su incesante parafraseo, el lenguaje abstracto y falto de discurso, etc. En determinado momento me sentí plenamente identificada con el hartazgo y cansancio que demuestran mis alumnos cuando la clase les es ajena y parece tratar temas e historias que nada tienen que ver con ellos. Oír tantos discursos repetidos y contradictorios me hizo ante todo sentirme insultada ¿de verdad creen que nos tragamos todo lo que dicen? y digo tragar porque así es como imagino  la escena, candidatos soberbios y despreocupados, asesores cómplices y rateros que juegan con datos y buscan palabras para confundirnos y adormecer nuestro intelecto.

Hay temas en los que aunque intuyo las mentiras no las descubro de inmediato y otros en los que sus opiniones son tan burdas y descaradas que no puedo ocultar mi hastío por la política de pacotilla que manejan. Las promesas en cuestiones de educación en las campañas políticas son tema viejo, siempre prometen lo que no cumplen y aún así vuelven una y otra vez sobre la educación, porque saben que para algunos ciudadanos, esos sin chofer, cuentas bancarias fuera del país y vacaciones alrededor del mundo, la educación es la única salida en medio de un clima social tan inestable.

Lo que me sorprende es cómo en fechas recientes el discurso de la educación termina casi siempre ligado a la habilitación de un sistema eficiente y gratuito de Internet, como si ahora mágicamente lo único que se necesitara para aprender es contar con una conexión eficiente y una computadora lista para entrar a la red de redes.

Lo cierto es que la ilusión que nos venden los políticos, esa magia de Internet que ellos se encargaran de otorgarnos, no es exclusiva de ellos hace un par de semanas en plena clase con mis alumnos de primero de bachillerato debatimos acaloradamente sobre los beneficios que ellos encontraban a que cada alumno portara a clases su laptop como único útil escolar. Para ellos la fantasía era clara –si nos dejan traer nuestra computadora, vamos a ser mejores alumnos, podemos investigar en Internet todo lo que nos piden, y vamos a cumplir porque ahí traemos los trabajos- mientras los escuchaba pensaba ¿y cómo y quién va a realizar los trabajos?, todos mis alumnos cuentan con computadoras personales, que aunque no llevan a la escuela están a su disposición cuando ellos las necesitan, a pesar de eso no entregan trabajos y las investigaciones que realizan en Internet son por lo general de un contenido bastante mediocre. Hablamos un buen rato hasta que un alumnos que por lo general es reservado tomo la palabra y sin más dijo –si no trabajas en tu cuaderno, no lo vas a hacer en tu computadora, si no entiendes las lecturas que debes de hacer en los libros, tampoco vas a entender lo que busques en la computadora, el problema no tiene que ver con las computadoras o Internet, tiene que ver con la forma en la que estás acostumbrado a trabajar (o no trabajar) en la escuela- después de su intervención todos se callaron, unos cuantos se voltearon a ver e incurrieron en las guasas y chistes de siempre, otros dieron por terminado el tema y preguntaron qué más haríamos.

Al escuchar a los candidatos y sus promesas vacías recordé el incidente en clase, volví a pensar en el espejismo que resulta Internet cuando  no se está habituado a comprometerse con el conocimiento y la formación. Yo misma he incurrido infinidad de veces en la búsqueda fácil y el dato sin esfuerzo, pero aprender a buscar y a utilizar el vasto número de herramientas que otorga Internet me ha llevado mucho más tiempo del que soy consciente, en más de una ocasión he deseado tener a la mano un libro y no enfrentarme a el cúmulo de información vacía y falsa que uno tiene que sortear cuando busca datos confiables, de igual manera me he topado con que a veces me dejo llevar por la invisibilidad en la que nos sume tanta información en tan poco tiempo y así elaboro hipótesis que nada  tienen que ver con lo que en realidad sucede.

Educar y aprender son actividades que siempre dependerán del contacto con el otro, el dialogo, la confrontación de ideas, la explicación y en última instancia la argumentación son elementos esenciales del conocimiento, a los que no se llega solo con Internet y banda ancha.

Como maestros tenemos que hacer un esfuerzo por confrontan la fantasía del conocimiento inmediato y mágico que nos quieren vender, la lectura de miles de palabras en cuestión de segundos, la inmediatez por encima de la reflexión. El escritor italiano Alessandro Barico en su ensayo  Los Bárbaros lo enuncia con astucia "no resulta una perdida de tiempo detenernos un momento para comprender de qué lado están las instituciones a las que encomendamos la tarea de la educación. Los hornos oficiales en los que se ponen a cocer nuestros cerebros” Arreola atinó a nombrar lo esencial a la hora de educar “no hay pensamiento que no se realice en términos de lenguaje y que no pueda ser transmitido a los demás. El lenguaje modela el espíritu, que a su vez modela el lenguaje. Nuestro modo de hablar es nuestro modo de ser. El espíritu solo puede ampliarse en términos de lenguaje”.

cj

Imagen "La escuela al aire libre" Diego Rivera

mayo 09, 2012

El pájaro del alma

"Hondo, muy hondo, dentro del cuerpo habita el alma. Nadie la ha visto nunca pero todos saben que existe… Dentro del alma, en su centro, está, de pie, sobre una sola pata, un pájaro: el Pájaro del Alma." (Inicio del libro El pájaro del alma  de Mijal Snunit. FCE, 1993)


La primera vez que tuve este libro entre mis manos fue en 2009. Pablo tenía dos años y medio; le leía todas las noches un cuento, un poema o narrábamos entre los dos las ilustraciones.


Un día le leí este cuento, a pesar de ser largo lo escuchó atento. A la noche siguiente quiso volver a escucharlo. Siempre me ha parecido que le gusta satisfacer su necesidad de entender algo hasta la comprensión (no es que sea un rasgo distintivo, es como dice Piaget parte del desarrollo cognitivo: la asimilación).


Días después de haber leído el cuento, tuvimos, Pablo y yo, un "encuentro cercano del tercer tipo" (así le llamo a esos sucesos desafortunados en los que se conjugan una mamá con poca paciencia y un niño haciendo cosas de niño: renegar por la comida, tirar el agua, tardar horas masticando...-escriba aquí lo que se le ocurra-). En dicho encuentro elevé la voz, grité, vociferé e imagino que lucí como una bruja salida de un cuento. Cuando la tormenta de desborde emocional pasó, Pablo dijo: "Mamá, ¿qué hace el pájaro del alma cuando se siente apachurrado?". Sobra decir que mis ojos se llenaron de lágrimas y que, a como pude, recogí los pedazos de alma y corazón partidos por el dolor causado a mi hijo.


Entonces tuve oportunidad de explicarle a Pablo lo que sentía. También tomé la decisión de escribir un diario para él, para poder describir cómo me siento con las decisiones que tomo, para que cuando sea grande pueda leer el torrente emocional que estoy viviendo y que a esta edad no puede entender, pero que de adulto comprenderá y podrá colocar las piezas del rompecabezas de recuerdos y emociones que tenga en su historia de vida.


¡Gracias Snunit por escribir este cuento para poder describir de manera concreta las emociones!
 


dfcg

mayo 07, 2012

Los ojos de dios


Desde pequeño, mi hijo mayor ha tenido la costumbre de dispararme las preguntas más agudas, esas que hacen que uno pierda por un minuto su estabilidad adulta, cuando estoy concentrada en ocupaciones mundanas, es decir, cuando estoy más distraída.  

Acostumbrada a sus dudas ontológicas, un día que pasé por él al colegio, me hizo quedar en ridículo conmigo misma. Apenas había subido al automóvil y se había acomodado en el asiento, me inquirió a quemarropa: “¿Conoces los ojos de dios?”. Inmediatamente calibré el mecanismo intelectual, pensé en una cantidad suficiente de variables que podrían haber puesto en su mente esta cuestión teológica. ¿Será una inquietud propia?, ¿de dónde se le ocurre que pueda dios ser un  vidente?, ¿por qué me pregunta eso sabiendo que yo no creo en la existencia de un ser supremo?.

Después de un momento de sensata reflexión respondo que no. Entonces mete una mano en la mochila y de entre los cuadernos extrae una pequeña cruz de palo que entrama estambres de vivos colores formando un romboide. - “Lo hice hoy” – me dice, ofreciéndomelo – “es un ojo de dios, así le dicen los huicholes”. 
"¡Vaya!, ahora me parece que sí los había visto antes, ¡es hermoso!", comenté. Entonces, llegó de entre mi memoria más remota, la escena en que mi hermano mayor  (después de terminadas las abluciones de la semana mayor)  se encargaba de dibujar sobre el quicio de la puerta de entrada, el ojo de la divina providencia… de dios.

La maravilla de criar niños está en lo alerta que nos obligan a estar. Los niños son un desafío constante a nuestra concepción del mundo, porque sus ojos nuevos, que miran y descubren todo, ponen a prueba nuestras más sólidas creencias, nos devuelven el valor y la belleza de las cosas simples, festivas y llenas de colores. También, de vez en cuando, nos enseñan otras rutas de la cultura y por supuesto, nos  ayudan a recuperar  los recuerdos de lo que nos constituye, más allá de lo que estamos dispuestos a aceptar. 
A raíz de este afortunado mal entendido,  hicimos una visita al Museo de Arte Huichol Wixarica donde pudimos conocer un poco más de esta extraordinaria cultura, con una tradición literaria llena de historias que, por su carácter épico, son fabulosas para contar a los niños.   

sd

mayo 05, 2012


Los fines de semana en Esdrújula encontrarán alusiones al mundo de la lectura que no necesariamente ahonden en el tema.
Hoy, para empezar, les dejamos una imagen de estilo art nouveau realizada por la ilustradora y decoradora escocesa Jessie Marion King, el título original es grammaire magique, en español lo traducen como La gramática mágica.