diciembre 05, 2012

Amando a Pablo, Odiando a Escobar

Hace un año leí Amando a Pablo, Odiando a Escobar (Mondadori, 2007). Narración autobiográfica de Virginia Vallejo, quién fue amante de Pablo Escobar Gaviria -famoso narcotraficante colombiano en los ochentas-.

El libro narra como ella se enamora de este hombre valiente, rico, con ganas de luchar por el pueblo, pero quien tuerce su desarrollo político por luchar por la no extradición y genera un cruel destino para varios hombres y mujeres.

La historia de amor se torna violenta y lleva a la mujer más famosa y bella de Colombia a quedarse sin trabajo, sin dinero, sin amistades.
Pablo fue un hombre soñador, con claros ideales (parecía que había tomado un curso de "piensa y hágase rico" o hubiera sido un seguidor de "el secreto) materiales. Caballeroso a veces, psicópata, paranoico, devoto del Santo Niño de Atocha, claro Edipo, ciudadano preocupado por su comunidad. 
Inició su vida "laboral" de guardaespaldas de un traficante de "fayuca", de ahí pasó a ser su mano derecha, entró en la cárcel dos o tres veces antes de ser traficante de coca. La pregunta del lector obligada es ¿qué hubiera pasado si en la cárcel se hubiese reformado? o ¿qué hubiese pasado si con apego a la legalidad hubiera recibido un juicio justo? 
Tuvo acceso a la política y estuvo en contacto con figuras públicas, tanto de alta sociedad como políticos. Apoyado  en algunas ocasiones, temido en otras, llegó a las cúpulas empresariales  y compró afectos y privilegios, e incluso seguridad. 

Lectura bastante disfrutable e ilustrativa de lo que pasó en Colombia y acontece, hoy, en México, finalmente.


dfcg

*Imagen tomada del blog de BennyR

diciembre 02, 2012

Hablar para saber qué pensamos


¿Les ha pasado que se sorprenden porque nunca antes pensaron en la muerte propia? Cuando uno tiene un hijo, le nace con él un miedo que jamás tuvo.  Mario, uno de los narradores de Hablar solos, la novela que este año presentó Andrés Neuman,   decide “fabricarle un recuerdo” a su hijo de diez años, cuando se entera de su fatal diagnóstico médico.

Lito sueña con viajar con su padre. Cada vez que recibe la respuesta: “más adelante” piensa en: “una cola larguísima de niños y que yo soy el último”. Así que, cuando su deseo se cumple, cree que los diez años es la edad en la que empiezan a pasar las cosas buenas en la vida, no sospecha  que a esa edad pueda ser huérfano.

Elena toma un  desconcertante camino a la viudez. Es maestra de literatura y tiene esa maña común del gremio de subrayar los libros, con la creencia mágica de que son ellos los que nos escogen cuando tienen algo que decirnos. En este personaje se concentra la tesis de la novela; Elena subraya una cita de Geoffrey Gorer: “Hoy la muerte y el duelo son tratados con la misma mojigatería con que en el siglo diecinueve se trataban los impulsos sexuales.”

Los registros  son distintos para cada narrador. Los capítulos de Mario, son narración oral, está haciendo una grabación para su hijo, en la que le roba al tiempo que no tiene, las palabras futuras para Lito.  Elena es epistolar,  su  diario es íntimo es toda la extensión de la palabra, caben en él las contradicciones, la culpa, las confesiones; la reconstrucción de sí misma, desde la anticipación de la pérdida hasta la protesta del duelo. En cambio, en Lito, está la herencia proustiana del discurrir de consciencia, sincera, frágil, pueril.

En la presentación de Hablar solos, en la FIL de Guadalajara, su autor ha dicho “No decimos lo que pensamos, hablamos para saber qué pensamos”. He aquí una novela donde los personajes van descubriendo lo que piensan y sienten, mientras son leídos.  Quizá, como Elena, algunos lectores quieran subrayar el miedo que nos nace con un hijo. Esta Esdrújula leyó el final conmovida, encantada con la magnífica expresión del lenguaje y … aliviada de no haber perdido la vida.

sd