marzo 18, 2013

Amor de hermanos


Los hermanos se quieren tanto como se odian, compiten, se molestan y se apoyan. Para Manolito, el narrador personaje de Elvira Lindo, su hermano menor es insoportable, es simplemente “el Imbécil”.  Detesta que los adultos festejen todas las gracias del nene: “… y les pareció muy gracioso y se rieron mucho, y a mí me dejó de dar pena el Imbécil porque siempre se lleva a la gente a su terreno y siempre cae bien a todo el mundo, aunque haga lo peor”.  Pero cuando la vida los pone en circunstancias difíciles Manolito y el Imbécil son solidarios entre ellos como todos los hermanos: “Yo soy un cobarde, como mis amigos, pero que le toquen al Imbécil, eso sí que no.”
La mirada infantil de Manolito caracteriza a los adultos de su entorno; la madre Cata “Mi madre, o como dije en el capítulo anterior, la mamá del Imbécil, porque parece que sólo tienen ojos el uno para el otro…”  el abuelo Nicolás “Mi abuelo le dijo al dependiente que qué había pasado, que yo era un niño que daba gloria verme de lo bueno que era, que era un niño que sólo daba problemas con lo vago que era en el colegio, con lo celoso que era con el Imbécil y con que a veces no había quien me callase y que ponía a mi madre de los nervios (de punta)”. Luisa, la vecina metiche y chismosa, que está segura de que de haber tenido hijos los habría criado sabiamente: “La Luisa había decidido cambiarnos y convertirnos en esos vecinos que todas las Luisas quisieran tener”.
Manolito tiene 9 años, no crece tan aprisa como quisiera, usa lentes y para colmo es regordete. Nicolás tiene casi 4 años aunque no ha dejado el chupón, es tan inoportuno como precoz y se atreve a  hacer las cosas de las que Manolito quisiera ser capaz. Esta historia cargada de humor es un disfrute para los hermanos mayores incomprendidos y para los padres que a veces no nos acabamos de enterar cómo nuestros hijos lidian para explicarse las cosas que van pasando en su niñez. 
Esta esdrújula, que tuvo la fortuna de ser hermana menor, se ha reído como niña al leer las aventuras de Manolito y el Imbécil y ha comprendido un poco más que sus hijos, a pesar de la rivalidad se quieren como sólo un hermano puede.
sd  

marzo 15, 2013

¿repetir? ¿memorizar?



Últimamente aprender algo de memoria por repetición es visto como un sacrilegio educativo, las nuevas corrientes pedagógicas buscan que el aprendizaje sea “significativo”, es decir que se engarce con lo que ya sabíamos y sea aplicable a la vida, la idea es que cada individuo construya el conocimiento y no solo memorice y repita como perico.

Abogo por el conocimiento de fondo y por aprender desde lo previamente construido, sin embargo no condeno la memoria y tampoco la repetición.


Todo lector que se precie de serlo tiene que ejercitar constantemente la memoria, una novela implica que recordemos lo que va sucediendo en la historia; los nombres y vidas de diversos personajes, las ciudades y escenarios, un ensayo se engrana a través de la memoria en nuestros juicios y prejuicios sobre el tema, el cuento juega con nuestra memoria al presentarnos situaciones extraordinarias o inesperadas y la poesía nos remite a nuestros primeros juegos con el lenguaje, todo ello es memoria, sensorial y lingüística.

El último año he constatado el poder de la repetición pues mi hija de tres años cuando descubre un libro que le gusta lo quiere escuchar hasta hacerlo suyo. Primero lo escucha calladita observa las ilustraciones y danza con las palabras, después de varias lecturas comienza a paladearlo pronuncia bajito y para ella las palabras que se avecinan, luego empieza a memorizar frases y después de muchas lecturas se avienta a repetir una y mil veces todo el texto, cuando esto sucede el cuento ya es de ella, en este momento el libro ya no importa pues el cuento ya está dentro de ella y lo cuenta y repite encantada a la menor provocación, a veces regresa a las ilustraciones para deleitarse narrando.


Entre memoria y repetición se va haciendo de palabras, porque repite muchas cosas que no entiende y las memoriza hasta el momento en el que las escucha en otro contexto y entiende su significado. Al principio yo intentaba explicarle los términos que desconocía, luego me di cuenta que eso le restaba emoción al cuento además de que mi explicación no servía de nada porque se perdía entre la historia y las ilustraciones, ahora la escucho feliz repetir (a veces) como perico, porque también se goza con la textura y los acordes de las palabras.

Yo recuerdo con cariño algunas poesías que me tuve que aprender de memoria cuando estaba en primaria, las memorizaba y repetía muchas veces sin entender su significado, mismo que llegaba en oleadas y que hoy me trae buenos recuerdos.

Y ustedes ¿repiten?, ¿memorizan? O nada de eso…
Nos leemos
cj

Las imágenes son de algunos de los cuentos que mi hija se ha aprendido de memoria.

marzo 13, 2013

A propósito de hoy

Nací en 1972. En 1978 se eligió al papa Juan Pablo II. Recuerdo que hubo todo un revuelo. El papa anterior había sido asesinado.

Pronto empezó a circular un libro titulado Muerte en el Vaticano (Serral y Savigny). Para mi era una sorpresa y al mismo tiempo (y en mi construcción de esquemas mentales) quizá empecé a pensar que era normal. Es decir por un lado me sorprendía que aquel hombre que se suponía representaba a Dios en la Tierra hubiera podido engendrar tal odio para arrebatarle la vida. Por otro, qué no era lo mismo que le había pasado al Cristo.

Recuerdo que las exclamaciones de los mayores que me rodeaban era que el libro no debía circular, que eran mentiras, que lo debían prohibir (saquen sus conclusiones de la religiosidad que corría por el genoma familiar). Yo escucha con curiosidad esas palabras e incrementaban las ganas de que el libro fuese olvidado por ahí.

Nunca ocurrió, el libro no fue adquirido por ningún familiar, por supuesto que no estaba en al biblioteca del colegio católico al que asistía.

Hace algunos días y ante todo el montón de artículos que se han publicado sobre la renuncia de Benedicto XVI el libro fue mencionado en un reportaje periodístico y lo recordé. Ahora ya podría irlo a comprar y devorar. Sin embargo, el ánimo es otro, la curiosidad no da como para invertir tiempo de lectura que puedo dedicar a otras obras que esperan en mi mesita de noche. Es más, casi me pudo imaginar de lo que trata y hasta lo que termina.

Hoy que habemus papam me dedicaré a leer reportajes de alabanzas y rechazo ante Jorge Bergoglio, el papa Francisco.

dfcg

La autora hace tiempo que ha dejado la práctica católica, sin embargo hoy se emocionó con las campanadas y el seguimiento mediático.

marzo 01, 2013

Domador de ...palabras

Una de las acepciones de juglar de acuerdo a la Real Academia de la Lengua es  la de un "hombre que por estipendio o dádivas recitaba o cantaba poesías de los trovadores, para recreo de los reyes y de los magnates" (RAE, 2013). En nuestras clases de Español de la primaria solíamos imaginarnos a un señor disfrazado que iba con su instrumento de cuerdas cantando y recitando aventuras de caballeros todo en verso y acompañándose de la música que él mismo producía para completar sus poemas.


Creo que casi todos nos imaginamos que andaban por ahí en las plazas y cuando eran muy buenas las historias, los rumores de fama llegaban a oídos reales y entonces eran invitados a los palacios para deleite de los de "sangre azul". Muchos de los juglares se volvían famosos por aderezar sus historias con charlatanería.

Ahora podríamos hablar de los cuentacuentos, reconocidos éstos por ser quienes narran historias en público. Si reciben retribución económica o no, no suele ser una característica esencial pero sí, la de disfrutar el hecho de captar la atención de un grupo de personas que lo escuchan y retroalimentan con comentarios, gestos y diversos sonidos.

Ambos, juglares y cuentacuentos, tienen en su sustantivo una cierta carga de ser quizá mentirosos o exagerados. Frases como "qué cuentero eres" (para designar a alguien que está exagerando o incluso engañando), "eres un cuentista" (para indicar que inventa historias) nos da una muestra de esta inclinación inconsciente de la masa poblacional.

Es por ello que en últimos tiempos y como una forma de revalorar esa digna labor se ha empezado a nombrar a quien cuenta un cuento en público como narrador oral o animador de cuentos. 

Sea el nombre que sea, cuando nos gusta escuchar historias (ciertas, falsas o mitad y mitad) nos sentaremos a degustarlas pues finalmente y como dice Pablo Albo en su página personal el arte de un cuentista consiste en: ser un domador de palabras.

Pablo Albo domador de palabras: 
Las somete todos los días a un curioso 
 y exhaustivo entrenamiento. 
Las amontona, las ordena así o asá, 
les hace hacer torrecitas, 
les redobla las esquinas, 
 les lima los adjetivos, 
les ajusta el punto de mira...

dfcg
Solía ser cuentacuentos, cuentista y narradora oral pero su meta, su gran meta es convertirse en una domadora de palabras y por ende de historias.