septiembre 24, 2014

El Libro Salvaje


Desde hace tiempo tenía El libro salvaje entre las estanterías, quería leerlo pero siempre había un libro más atrabancado que se brincaba su lugar en la lista y se presentaba como el primero de la fila. Hace un par de semanas puse a los libros en su lugar y abrí por primera vez El libro Salvaje.

El protagonista del relato se llama Juan tiene trece años y una hermana que se llama Carmen. La historia comienza con un problema familiar que Juan no entiende y le asusta, su madre decide que necesita tiempo para entender lo que ha sucedido y manda a Carmen a pasar las vacaciones con su mejor amiga y a  Juan a la casa del tío Tito.

El tío Tito vive en una casa abarrotada de libros, un lugar que yo me imaginé enorme y laberíntico, que huele a viejo y a los guisos de Eufrosia la cocinera y que en un primer momento parece muy poco hospitalario.

Mientras Juan vive entre libros el tío Tito le confiesa que lo invitó porque quiere que lo ayude a encontrar El libro salvaje, y el sobrino parece tener ciertos dotes especiales para tratar a los libros, pues es un lector Princeps.

La historia teje y desteje las aventuras de Juan entre los libros, en pasillos que lo ayudan a conocer más de su propia historia a enfrentar viejos miedos y a ver más allá de las evidentes excentricidades de su tío, Juan encuentra en la lectura un pretexto para acercarse a Catalina, (una chica que le gusta desde la primera vez que la ve ayudando a sus papás en la farmacia que está frente a la casa del tío) y algunas respuestas a todo lo que ha vivido en los últimos días.

La historia es entretenida, ágil y esconde entre sus páginas mucho más que una simple historia infantil. En su aparente sencillez se hilvana un tratado claro y contundente sobre el arte de la lectura, lo bueno que hay en los libros, los lugares comunes, los clichés gastados y poco elaborados del lector ensimismado y antisocial, la recepción del texto según el lector, la transfiguración de las historias, el libro indicado para cada lector y la posibilidad infinita de compartir y sumar voces al placer de la lectura.

El autor del cuento es Juan Villoro incansable cazador de lectores, un escritor discreto, sencillo y habitante de las letras desde pequeño (de hecho los nombres de los protagonistas son el de él y su hermana Carmen, a quien le dedica el libro). El libro lo publica el Fondo de Cultura Económica y lo encuentran en dos formatos, el original de pasta suave y un precio excelente y la edición conmemorativa de los ochenta años del nacimiento del FCE, en pasta dura, papel más robusto y con ilustraciones a color. Las dos versiones están ilustradas por Gabriel Martínez Meave, las ilustraciones complementan la historia pero no se abalanzan a dar más detalles, aquí acompañan sin interferir o delatar al texto.

Si ya lo leyeron cuéntenme qué les pareció y si no, échense un clavado en busca de El libro salvaje, tal vez se encuentren en medio de los pasillos de la biblioteca del tío Tito y descubran secretos de ustedes que no sabían que guardaban.

cj

septiembre 19, 2014

Encuentros inesperados



Yo no sé cantar, bailar, o tocar un instrumento musical, me pesan los párpados cuando tengo que usar maquillaje y me siento ajena y fuera de lugar en situaciones elegantes y llenas de expectativas de etiqueta y rutinas vetustas de socialización.

Yo lo que sé es leer, perderme en las páginas de una novela, soñar con los personajes que encuentro, volar con el pensamientos de otros, jugar con las palabras, paladear los sentimientos, imaginar mis vocablos favoritos, ser parte de ese mundo que parece añejo y falto de emociones que te aceleren el corazón.

Sé leer porque mis papás me enseñaron, porque los libros me arroparon cuando la vida me parecía difícil y han sido mi refugio cuando me siento fuera de lugar.

La vida me ha cambiado y he aprendido a tolerar ciertos convencionalismos sociales y a buscar grupos en los que no me siento tan ajena, tengo un puñado de amigos que me conocen, me quieren y entienden que yo socializo poco y a mi modo, tengo una familia y vivo rodeada de libros.

Hace unos días, por primera vez encontré un espacio en el que platicar con desconocidos, intercambiar experiencias y hacer amistades de paso, me resultó placentero, significativo y lo más sencillo del mundo. Esto sucedió en los pasillos estrechos y saturados de un piso impersonal de un enorme hotel de la enorme Ciudad de México, ahí en el espacio (para mí inmenso) del encuentro con los otros, me sentí a mis anchas para ser yo misma.

Rodeada de literatura infantil, desaforada por las palabras e ilustraciones, viví cómo si fuera el patio de la secundaria el 34 Congreso Internacional de IBBY.

¿IBBY?

Las siglas pertenecen al International Board of Books For Young People, una asociación civil que se fundó después de la segunda guerra mundial con el objetivo de crear espacios de paz a través de la literatura infantil, el organismo crece día con día y cada dos años organiza un congreso internacional para intercambiar ideas sobre el tema y entregar los premios Andersen (algo así como el Nobel de literatura e ilustración en libros infantiles) este año por azares del destino el congreso se llevó a cabo en la Ciudad de México un lugar al que sin tanto esfuerzo y gasto se puede llegar desde Guadalajara (hace dos años fue en Londres y en el 2010 en Santiago de Compostela) y a pesar de algunos detalles de organización, el encuentro superó mis expectativas, excelentes conferencias magistrales, interesantes proyectos paralelos, escritores e ilustradores sinceros y sencillos y un cierre espectacular en el Palacio de Bellas Artes.


No sé a dónde quería llegar con todo esto, tal vez es sólo un pretexto para contarles que la lectura, a pesar de las resistencias es un encuentro con los otros. 

Más adelante les compartiré algunos de los temas que se trataron en el encuentro que tuvo por título Que todos signifique todos, haciendo alusión a la necesidad de incluir nuevas prácticas y temas en la literatura infantil y en la formación de lectores.

cj

septiembre 01, 2014

El día que los crayones renunciaron

Hace un par de meses llegó a casa un álbum ilustrado que pronto se convirtió en uno de los favoritos de la familia.

El libro se llama “El día que las crayolas renunciaron” y es el primer álbum del escritor y director Drew Daywalt, quien cuenta que un día sentado frente a su computadora observó el paquete de crayolas de su hijo y al notar la diferencia de uso de los mismos tuvo la idea para el cuento.

Uno de los grandes aciertos es la mancuerna que el escritor hace con el aclamado ilustrador irlandés Oliver Jeffers el también escritor, autor de libros como Perdido y encontrado,  Cómo atrapar una estrella, El increíble niño comelibros y El corazón y la botella, entre otros. Hace que el texto cobre vida con las ilustraciones y que tengamos una idea redonda de los reclamos de las crayolas.

La historia comienza cuando Duncan, el protagonista de la historia recibe un montón de cartas de sus crayones, cada uno le cuenta el porqué de su infelicidad acompañado de dibujos y peticiones para mejorar su vida. 

El cuento tiene esa magia que poseen los buenos álbumes ilustrados, pues no importa cuántas veces los leas siguen despertando la sonrisa y el cariño con cada página. La edición en español está a cargo del Fondo de Cultura Económica (quién publica todos los libros de Oliver Jeffers) tiene un precio accesible y excelente calidad.

¡Los invitamos a disfrutar los pesares de los crayones, en estos tiempos de regreso a clases!


cj