Yo no sé cantar, bailar, o tocar un instrumento
musical, me pesan los párpados cuando tengo que usar maquillaje y me siento
ajena y fuera de lugar en situaciones elegantes y llenas de expectativas de
etiqueta y rutinas vetustas de socialización.
Yo lo que sé es leer, perderme en las páginas de una
novela, soñar con los personajes que encuentro, volar con el pensamientos de
otros, jugar con las palabras, paladear los sentimientos, imaginar mis vocablos
favoritos, ser parte de ese mundo que parece añejo y falto de emociones que te
aceleren el corazón.
Sé leer porque mis papás me enseñaron, porque los
libros me arroparon cuando la vida me parecía difícil y han sido mi refugio
cuando me siento fuera de lugar.
La vida me ha cambiado y he aprendido a tolerar
ciertos convencionalismos sociales y a buscar grupos en los que no me siento
tan ajena, tengo un puñado de amigos que me conocen, me quieren y entienden que
yo socializo poco y a mi modo, tengo una familia y vivo rodeada de libros.
Hace unos días, por primera vez encontré un espacio
en el que platicar con desconocidos, intercambiar experiencias y hacer
amistades de paso, me resultó placentero, significativo y lo más sencillo del
mundo. Esto sucedió en los pasillos estrechos y saturados de un piso impersonal
de un enorme hotel de la enorme Ciudad de México, ahí en el espacio (para mí
inmenso) del encuentro con los otros, me sentí a mis anchas para ser yo misma.
Rodeada de literatura infantil, desaforada por las
palabras e ilustraciones, viví cómo si fuera el patio de la secundaria el 34
Congreso Internacional de IBBY.
¿IBBY?
Las siglas pertenecen al International Board of Books
For Young People, una asociación civil que se fundó después de la segunda guerra
mundial con el objetivo de crear espacios de paz a través de la literatura
infantil, el organismo crece día con día y cada dos años organiza un congreso
internacional para intercambiar ideas sobre el tema y entregar los premios
Andersen (algo así como el Nobel de literatura e ilustración en libros
infantiles) este año por azares del destino el congreso se llevó a cabo en la
Ciudad de México un lugar al que sin tanto esfuerzo y gasto se puede llegar
desde Guadalajara (hace dos años fue en Londres y en el 2010 en Santiago de
Compostela) y a pesar de algunos detalles de organización, el encuentro superó
mis expectativas, excelentes conferencias magistrales, interesantes proyectos paralelos, escritores e ilustradores sinceros y
sencillos y un cierre espectacular en el Palacio de Bellas Artes.
No sé a dónde quería llegar con todo esto, tal vez es
sólo un pretexto para contarles que la lectura, a pesar de las resistencias es
un encuentro con los otros.
Más adelante les compartiré algunos de los temas que se trataron en el encuentro que tuvo por título Que todos signifique todos, haciendo alusión a la necesidad de incluir nuevas prácticas y temas en la literatura infantil y en la formación de lectores.
cj
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