Hay
libros que encuentran su camino dentro del gusto de los niños a pesar de las
quejas iniciales por parte de los adultos. La Peor Señora del Mundo es una de
estas obras que en un principio encontró renuentes a los adultos, ávidos a los
pequeños y ambivalentes a los maestros.
El
cuento del narrador y poeta mexicano Francisco Hinojosa, ilustrado por el
caricaturista, pintor y uno de los cartonistas políticos más celebres de
México, Rafael Barajas “El Fisgón”, apareció hace ya casi dos décadas. En 1992
en México aún no se vivía el boom y despliegue de la producción editorial de
literatura infantil y juvenil que se ha exacerbado en los últimos años, había
libros para niños, unos mejores que otros, pero no con la calidad ni la
consciencia con la que se escribe e ilustra ahora para los pequeños.
La
Peor Señora del Mundo nació de prisa, el mismo Francisco Hinojosa ha dicho que
fue una de esas historias que surgen “una vez en la vida” pues la escribió en
no más de cuatro horas. Un cuento redondo que se le escapó del tintero antes de
entenderlo por completo, una historia que amenazaba por el tipo de personaje
que presenta, pero sobre todo, porque sin saberlo, replanteo la literatura
infantil y juvenil que se escribía en México.
En
un país en el que nos hemos negado a asumir una idea de la niñez que integre
sus deseos, ambivalencias, gustos y disgustos a la par de los adultos. Una
historia así era (y sigue siendo) amenazante porque nos presenta esa doble cara
de “lo mexicano” que tanto nos cuesta ver.
Una
mujer opuesta a la idea de buena madre de cualquier país, más aún de México en
donde la madre es la figura abnegada que cuida y vela eternamente por el
bienestar de sus hijos, familiares y personas cercanas. La Peor Señora es mala
también con sus hijos a quienes alimenta con comida de perro y castiga por sacar
buenas o malas calificaciones, les pone limón en los ojos y los hace dormir en
un gallinero.
Por
otro lado la historia nos muestra a un pueblo en masa, que se puede manipular y
prefiere huir de las situaciones problemáticas, La Peor Señora tiene a todos
tan cansados que logra que hasta los seres más pequeños, las cucarachas, se
vayan. Si regresan es porque se plantea la posibilidad de vengarse a través de
pisotones y pellizcos. El cuento nos atrapa sin aspavientos y el personaje de
tan malo se vuelve entrañable.
Era una señora
mala, terrible, espantosa, malvadísima.
La peor de las
peores señoras del mundo.
La más malvada de
las malvadas.
Las
ilustraciones que en la versión original son en blanco y negro, y en la versión
de aniversario se pavonean más grandes y a todo color también son exageradas,
juegan con los estereotipos mexicanos a través de los guiños de humor de El Fisgón; el mandil como parte esencial
de la indumentaria de La Peor Señora, las cactáceas, los sombreros, las
trenzas, los bigotes, y el campo. Al final el lector atento termina asombrado
por las similitudes que se pueden encontrar entre el pueblo de Turambul y otros
pueblos y ciudades de México.
El desenlace de la historia no podía dejar de lado el ingenio mexicano, el pueblo entero se une para poner en marcha un plan que acabe con el sufrimiento y maltrato a los que los ha sometido esta mujer que goza dañando a otros. El plan es simple pero eficaz, requiere la complicidad de todos, también de la Peor Señora que como personaje principal debe mantener su esencia hasta la última página del libro.
El
final es clásico “desde entonces todos
vivieron felices”, Francisco Hinojosa, nos hace ver con la simplicidad de
un buen artista que hay ciertos elementos que hacen de la buena literatura lo
que es: las frases contundentes, el lenguaje claro pero no simplificado, el
gusto por la ficción sin perder de vista la identidad.
La Peor Señora del Mundo es uno de esos cuentos que a puntapiés de tacón de bota picuda, arañazos de uñas demasiado largas y ojos que amenazan a quien se atreva a mirarlos de frente, se ha convertido en un clásico de los niños.
cj
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