septiembre 28, 2012

La sorpresa y El show sobre nada




¿Cómo se cuenta un cuento sin texto? ¿de dónde nace la historia?, las historias creadas sólo con imágenes son deliciosas, desatan la imaginación de los niños y la complicidad de los adultos, son el pretexto perfecto para que los adolescentes escriban y un buen elemento para no saturarse de la misma historia contada exactamenteigualtodoslosdías (papás saben a qué me refiero).

Uno de los cuentos sin texto que más disfruto es La Sorpresa de la ilustradora Sylvia Van Ommen, la historia es sencilla, los trazos claros y los colores intensos, al pasar las páginas, frente a nuestros ojos la oveja del personaje toma forma y sin saber bien a bien de qué trata la historia o cómo terminará, el interés y el ánimo del lector se van incrementando. No les cuento la trama porque es un libro que tienen que descubrir, en México está editado por el Fondo de Cultura Económica en formato libro- álbum y a un precio muy accesible.

La ilustradora gusta tanto de hacer historias sutiles y cotidianas que junto con su compañero en la firma Fruitcoctail Maurice Van der Bij, creó una serie de animaciones llamadas “El show sobre nada”, en el que intentan crear historias a partir de pensamientos y situaciones tan ordinarias que son un híbrido entre la fantasía y la realidad, aunque en este formato en ocasiones si hay algo de dialogo las imágenes cuentan una historia por si solas.

Les dejo tres capítulos que me encantaron a ver qué les parece.








Nos leemos
cj

septiembre 26, 2012

Una de Saramago


Ahí estaba, frente a la glorieta, recargado en su destartalada camioneta y vendiendo cochinitos de cerámica, de esos que antes usábamos para ahorrar monedas. Era un Cipriano Algor, aunque ése no fuera su nombre verdadero.

Seguí mi camino con el corazón apachurrado. Un hombre entre 60 y 80 años vendiendo cochinitos blancos con flores de colores, una decoración típica de las alcancías de mi niñez, de ésas que para sacar el dinero de adentro había que romperlas. Hoy, ¿todavía ahorran las personas las monedas que andan por ahí?, ¿nos gusta utlizar los cochinitos o ya no van con nuestras decoraciones minimalistas?, ¿por cuánto tiempo este señor se dedicó a trabajar vendiendo este tipo de mercancía?, ¿a dónden vas ustedes si quieren comprar una alcancía?

En su libro La Caverna, José Saramago narra la historia de Cipriano Algor, un alfarero que con sus manos creaba loza de barro cuyas formas eran únicas e irregulares, como la vida. Un día, el Centro (nombre que recibe la organización que se encarga en la ciudad de hacerla de una plaza comercial al modo moderno: tiendas, restaurantes, vivienda, centro de reunión y de experiencias) decide que los platos, tazas y vasos de barro ya no se venden más. Cipriano se queda sin trabajo, sin estilo de vida. Por este motivo a su hija se le ocurre la idea de diversificar la producción, harán monos, personajes (como a Lego le ha funcionado bien). Incursionan en esta labor sin conocer bien la técnica, sin realizar una investigación de mercado y cuestionándose la vida misma.

No contaré más sobre la historia que me resultó dolorosa de principio a fin, por verla tan auténtica de la realidad circundante. Lo que sí diré es que recomiendo leerla pues a través de ella se puede llevar un análisis de la vida actual y un bosquejo del futuro inmediato.


Y cuando vean un Cipriano Algor por ahí, salúdenlo y díganle que sí, que todavía tiene lugar en este mundo.

dfcg
*La autora sí tiene cochinito blanco con flores de colores y ahí ahorra para su viaje a París.

septiembre 24, 2012

Leer, otra vez.




Para empezar el curso de Lectura y Redacción, les pido a los alumnos nuevos que escriban su Historia personal de lectura. Este año me sorprendió que una adolescente le diera un sitio y mención especial a la relectura de ciertos libros. Me sorprendió porque no estoy acostumbrada a ver que los adolescentes tengan ese hábito. Incluso cuando un libro les haya cimbrado el alma, no ven objeto en leer otra vez, algo que ya leyeron.

Simultáneamente, en el curso de Literatura, que doy a alumnos un poco mayores, insisto en que los cuentos de La guerra del tiempo de Alejo Carpentier, hay que leerlos una vez y otra vez y las que hagan falta para comprender el sentido maravilloso que ofrecen. Insisto sin claudicar y sin caer en la tentación de explicárselos, porque el momento en que la expresión en sus caras me hace saber que sí, que por fin entendieron Semejante a la noche, El camino de Santiago, o Viaje a la semilla es uno de esos momentos que más disfruto de ser maestra.

En fin, lo que quería contarles es que estaba pensando en que la relectura es una práctica que se lleva a cabo mucho más en la etapa de la niñez que en ninguna otra de nuestra vida. Los que son padres, seguramente asentirán, recordando la cantidad de veces que se han visto forzados a leer el mismo cuento para sus hijos pequeños. ¿Por qué será que, a medida que el tiempo pasa, perdemos ese antojo de volver a encontrarnos con la misma historia?

En estas cosas pensaba, cuando decidí que lo mejor sería que esta noche no hubiera capítulo de Narnia para René. En su lugar, reapareció del librero Si tienes un papá mago[1]. El contento no pudo ser mayor y el pequeño oyente, sintiéndose muy honrado leyó una buena parte. Me di cuenta de algo, la relectura es magnífica para los pequeños lectores, un libro conocido es como la casa de un amigo.  Recordé estas palabras del Borges lector:

“Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído. Yo tengo ese culto del libro. Puede decirlo de un modo que puede parecer patético y no quiero que sea patético; quiero que sea una confidencia que les realizo a cada uno de ustedes; no a todos, pero sí a cada uno, porque todos es una abstracción y cada uno es verdadero”.
El Libro en: BORGES Jorge Luis (1998) Borges oral Alianza Editorial.

Espero que sepan disculpar la tardanza en la entrada de hoy. Esta esdrújula estaba releyendo.

sd



[1] De Gabriela Keselman, editado por SM, es una linda historia corta, sobre las palabras que cualquier padre, sin importar la profesión que tenga, puede darle a sus hijos para que se sientan confiados y felices.

septiembre 21, 2012

¿Libros viejos?


¿Qué sucede con los libros descatalogados de las bibliotecas?, ¿a dónde van las páginas de aquellos especímenes viejos y que parecen obsoletos?, ¿los libros caducan, perecen, mueren entre el polvo en anaqueles olvidados?

Para muchos los libros son objetos pasajeros, transitorios y de un solo viaje y lectura, para otros el objeto transmuta y deja de ser celulosa con tinta, se vuelve un compañero un referente, un elemento íntimo que remite a otros tiempo, viajes y andares personales.

Mi abuelo paterno descartaba cada libro leído, lo tiraba a la basura o lo regalaba en espera de que a alguien más le interesara, mi abuelo materno un lector voraz y apasionado, guardó sus libros durante muchos años, hasta que el espacio lo obligó a deshacerse de la mayoría y a adquirir el hábito de leer y regalar el libro al terminarlo. Conozco gente que vive entre montañas de libros, papeles y revistas porque encuentra entre la tinta y el papel el resguardo más seguro y cálido. Yo misma descubro cada mañana que mi casa parece cada vez más un almacén de librería o una pequeña biblioteca, pues hay libros en las mesas de noche, sobre los sillones, en el comedor, en las repisas de la cocina, en el baño y hasta en la canasta de la ropa sucia.

Para algunos los libros son la herencia que dejarán y para otros la carga más pesada en medio de una mudanza, para muchos son ya un objeto casi obsoleto y suplantado por nuevas tecnologías, para otros siempre serán el instrumento de lectura por excelencia.

Entre unos y otros, diversos artistas lo han considerado material de trabajo, objeto de creación para contar más allá del texto y expresar nuevas ideas.

En fechas recientes un colectivo llamado luzinterruptus, atinó a crear sus obra, Literatura versus tráfico, con esos libros que parecían agonizar al ser despachados de las bibliotecas, a los libros descatalogados les dio una nueva oportunidad para expresar y manifestar sentido.

El colectivo, que utiliza la luz como materia prima tuvo la hermosa idea de disfrazar de forma sutil pero llamativa esos libros viejos colocándoles una mínima lucecita leed entre sus páginas. Una vez iluminados los libros salieron a apoderarse de las calles, la primera intervención tuvo lugar en las calles de Nueva York en donde más de trescientos libros brillaron con jubilo. La segunda y mucho más ambiciosa se llevó a cabo en Melbourne, Australia, como parte del festival Light in Winter esta vez más de 10 000 libros tomaron las calles con la intención simbólica de combatir minimizar el tráfico y exaltar la lectura.


La segunda intervención resultó  lo que sería el sueño de muchos lectores, suscitó todo tipo de emociones y reacciones por parte de los espectadores mismos que invitados a tomar los libros que les interesaran no se contentaron con solo coleccionar lecturas para ellos y empezaron a regalar libros iluminados a los automovilistas.



El fondo de una intervención de este tipo es lo que invita a seguir pensando, a rolar de aquí para allá los libros propios, a visitar más librerías de usado y compartir entre muchos un ejemplar. En nuestro país la invitación también es a abrir las puertas de las bibliotecas públicas y convocar a las nuevas generaciones a transitar por libros que han pasado gozado de muchos lectores.





Nos leemos, cj

Fotografías tomadas del sitio oficial de Luzinterruptus.
ños  l objeto transmuta y deja dno, un lector voraz  que alguien m solo viaje y lectura, para otros el objeto transmuta y deja d

septiembre 19, 2012

Tipo de lector


Nos encontramos clasificaciones en todo: estilos de aprendizaje, estilos de enseñanza, tipos de vendedores, tipos de consumidores, clases sociales. Y los lectores no se han escapado.  He aquí la guía de diagnóstico que han elaborado en The Atlantic para ayudarnos a descubrir el tipo de lector que llevamos dentro:

El lector promiscuo: empieza un libro y no duda en abandonarlo por otro. Así es su dieta lectora. No puede evitarlo. Le gusta demasiado leer y no sabe decir que no.

El lector cascarrabias: voraz a la par que exigente. Nunca deja un libro a la mitad aunque no le guste nada y opine que el autor no sabe juntar dos frases seguidas con sentido. Suele lanzar el libro contra la pared.

El lector cronológico: lento y constante. Se compra un libro, lo lee y vuelve a la librería a por otro. Es la antítesis del lector promiscuo. Sólo abandona un libro sin terminar de leerlo si tiene una razón de peso y ni con esas se libra de los remordimientos de conciencia.

El lector aniquilador: siente pasión por los libros, los lleva a todas partes y, por eso, toda su biblioteca está formada por libros con las hojas sueltas, las cubiertas rotas y las páginas amarillentes. Quiere tanto a sus libros que ni se da cuenta de que les hace daño.

El lector ocupado I: amante de los libros, entra a una librería y no puede evitar comprar varios ejemplares. Luego llega a casa y los coloca en una estantería o en la mesita de noche como si fueran una obra de arte. Pero está muy ocupado y tarda meses, años incluso, en abrir los libros y leerlos. Cuando lo hace, lamenta haber tardado tanto en leer esa maravillosa pieza literaria.

El lector ocupado II: no le gusta leer, compra los libros para presumir.

El librófilo: más que leer, le gustan los libros. Los viejos, por su olor, sus arrugas y sus páginas amarillentas, y los nuevos, por su olor, su frescura y su disponibilidad.

El anti-lector: nunca lee libros porque son demasiado largos.

El espíritu libre: dícese de un adulto que lee literatura para jóvenes o de un niño que lee libros para adultos. Antaño esto era causa de sonrojo, pero ya no. La sociedad ha aceptado a estos espíritus libres que nunca han hecho caso de las estrictas categorías del mercado editorial.

El multi-tarea: lee varios libros a la vez, confunde tramas y personajes, pero siempre los termina.

El lector somnoliento: sólo tiene tiempo de leer cuando acaba el día, en la cama. Está comodísimo y el libro es fantástico, pero no consigue mantener los ojos abiertos y se despierta a las tres de la mañana para cerrar el libro y apagar la luz. (vía The Atlantic)

*Nota: Información tomada  del muro de José Luis Naranjo Bobadilla e imagen de SinEmbargo.mx

dfcg
A esta bloguera no le gusta sentirse etiquetada pero le fascina conocer de clasificaciones, siente que ordena un poco el caos del que vive rodeada.