Hace
unos días tuve la oportunidad de ver un excelente video que hablaba sobre el
hecho de que las escuelas matan la creatividad, el tema versa sobre la ya
conocidísima piedra en el zapato de la educación: los estándares educativos
hacen que el aprendizaje sea placentero solo para algunos, los programas
pre-fabricados y hechos para potencializar solo aprendizajes lógico-
matemáticos dejan fuera a muchos estudiantes y un largo etcétera de temas y
situaciones particulares de la enseñanza.
Como
suele pasar yo pensé de inmediato en mis alumnos y mis clases ¿cuántas veces yo
he dejado fuera a ciertos lectores porque sus lecturas no me parecían aptas
para la clase?, ¿en cuántas ocasiones he repetido las letanías de: siéntate
bien, baja las piernas de la silla, no comentes el libro por ahora?. El
veredicto aunque me pese es que soy una maestra que como otras, a pesar de
creer en lo contrario, en ocasiones
restrinjo y limito la creatividad lectora de mis alumnos. Más que nada, he de
confesarlo, porque me da pánico abrir tanto el abanico de opciones que cada
adolescente en mi clase haga lo que se le antoja.
El
asunto es que mientras no les permitamos hacer lo que se les antoja, lo
impuesto pasará a ser una actividad más dentro del repertorio de actividades
gastadas, olvidarán las lecturas y sentirán una vez más que leen para otros y
no para ellos.
Toda
la confusión entre lo que se puede y no en ambientes educativos me ha llevado a
experimentar con la creación de un espacio dentro de mis clases que denomino
de: lectura libre.
La
dinámica no es nueva en absoluto, aunque yo nunca la había hecho así pues
siempre existían ciertas condiciones de lectura. Este año decidí arriesgarme y
dejar el camino más libre, explorar qué sucede después de un tiempo y poner a
prueba mi capacidad de tolerancia en aras de una genuina formación de lectores.
El
experimento es el siguiente: durante una hora a la semana (nada si pensamos en
la necesidad de lectura de los jóvenes y mucho si consideramos la nula lectura
que a veces realizan de forma individual los adolescentes) mis alumnos pueden
leer lo que se les antoje, no hay restricción en formato ni contenido, la única
regla es que todos absolutamente todos tenemos que estar en silencio.
A
tres semanas de iniciado el experimento lo observado es lo siguiente:
-
En uno de los grupos de Taller de Lectura y
Redacción en la primera sesión nadie trajo nada que leer, les facilite algunos
libros, cuando empezaron a comentar sobre el tedio del libro seleccionado, les
di la opción de hacer otra cosa, casi todos eligieron sacar su celular y
durante los quince minutos restantes: leer ahí sus correos, actualizaciones de
FB o noticias relevantes para ellos.
-
Con el grupo que tiene el periodo de lectura en
la biblioteca (clase de Literatura), las primeras lecturas libres solo dos llevaron su libro y el resto picoteo
libros infantiles, informativos y novelas juveniles, en el tercer periodo
varios volvieron sobre libros que ya habían consultado y unos cuántos pidieron
sugerencias de lectura.
-
El tercer grupo del experimento a quién también
le imparto la materia de Taller de Lectura y Redacción, cuestionó mucho más las
posibilidades cuando les expuse la dinámica de Lectura Libre, una alumna me
preguntó si podía leer en su Kindle, otros indagaron sobre la posibilidad de
escuchar música al mismo tiempo de la lectura y la gran mayoría acudió a la
primera cita con una enorme diversidad de lecturas: libros de biografías,
novelas juveniles (Los juegos del hambre, Crepúsculo, La granja Groosham,
Candy, etc)., novelas clásicas (Los Miserables, El diario de Ana Frank, Orgullo
y prejuicio).
El
tiempo dirá que suscitan estos periodos de lectura en todos los que
participamos. Por lo pronto estamos compartiendo solamente el silencio que se
genera a los pocos minutos de que iniciamos la sesión, y uno que otro
comentario de pasillo sobre lo que van leyendo.
Lo
curioso es que hay menos caos del que esperaba y más lectura, es cierto que
unos cuantos se han quedado dormidos y que otros cambian de lectura cada clase,
pero al menos estamos explorando otras formas de leer que permitan más
libertad. Aún no hay quién pregunte si la lectura libre también puede ser la
decisión de no leer, creo que si lo hacen tendré que asumir como menciona
Pennac en los derechos del lector, que el no leer también sea una opción.
Más
adelante intentaré que los periodos sean fuera del salón y si es posible fuera
de la escuela, en el camino seguiré tomando nota de lo observado …
cj
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