¿Qué
sucede con los libros descatalogados de las bibliotecas?, ¿a dónde van las
páginas de aquellos especímenes viejos y que parecen obsoletos?, ¿los libros
caducan, perecen, mueren entre el polvo en anaqueles olvidados?
Para
muchos los libros son objetos pasajeros, transitorios y de un solo viaje y
lectura, para otros el objeto transmuta y deja de ser celulosa con tinta, se
vuelve un compañero un referente, un elemento íntimo que remite a otros tiempo,
viajes y andares personales.
Mi
abuelo paterno descartaba cada libro leído, lo tiraba a la basura o lo regalaba
en espera de que a alguien más le interesara, mi abuelo materno un lector voraz
y apasionado, guardó sus libros durante muchos años, hasta que el espacio lo
obligó a deshacerse de la mayoría y a adquirir el hábito de leer y regalar el
libro al terminarlo. Conozco gente que vive entre montañas de libros, papeles y
revistas porque encuentra entre la tinta y el papel el resguardo más seguro y
cálido. Yo misma descubro cada mañana que mi casa parece cada vez más un
almacén de librería o una pequeña biblioteca, pues hay libros en las mesas de
noche, sobre los sillones, en el comedor, en las repisas de la cocina, en el
baño y hasta en la canasta de la ropa sucia.
Para
algunos los libros son la herencia que dejarán y para otros la carga más pesada
en medio de una mudanza, para muchos son ya un objeto casi obsoleto y
suplantado por nuevas tecnologías, para otros siempre serán el instrumento de
lectura por excelencia.
Entre
unos y otros, diversos artistas lo han considerado material de trabajo, objeto
de creación para contar más allá del texto y expresar nuevas ideas.
En
fechas recientes un colectivo llamado luzinterruptus, atinó a crear sus
obra, Literatura versus tráfico, con
esos libros que parecían agonizar al ser despachados de las bibliotecas, a los
libros descatalogados les dio una nueva oportunidad para expresar y manifestar
sentido.
El
colectivo, que utiliza la luz como materia prima tuvo la hermosa idea de
disfrazar de forma sutil pero llamativa esos libros viejos colocándoles una mínima
lucecita leed entre sus páginas. Una vez iluminados los libros salieron a
apoderarse de las calles, la primera intervención tuvo lugar en las calles de
Nueva York en donde más de trescientos libros brillaron con jubilo. La segunda
y mucho más ambiciosa se llevó a cabo en Melbourne, Australia, como parte del
festival Light in Winter esta vez más
de 10 000 libros tomaron las calles con la intención simbólica de combatir
minimizar el tráfico y exaltar la lectura.
La
segunda intervención resultó lo que
sería el sueño de muchos lectores, suscitó todo tipo de emociones y reacciones
por parte de los espectadores mismos que invitados a tomar los libros que les
interesaran no se contentaron con solo coleccionar lecturas para ellos y
empezaron a regalar libros iluminados a los automovilistas.
El
fondo de una intervención de este tipo es lo que invita a seguir pensando, a
rolar de aquí para allá los libros propios, a visitar más librerías de usado y
compartir entre muchos un ejemplar. En nuestro país la invitación también es a
abrir las puertas de las bibliotecas públicas y convocar a las nuevas
generaciones a transitar por libros que han pasado gozado de muchos lectores.
Fotografías
tomadas del sitio oficial de Luzinterruptus.
Yo compro libros porque me gusta leer, algunos me enamoran con su formato y otros los uso como referencia; los leo, los releo y a veces (muy pocas) hasta los presto. Y definitivamente, en dos ocasiones, he comprobado que SI son la carga más pesada en medio de una mudanza.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Qué maravilla! Acciones como ésta que desacralizan la idea de libro y nos recuerdan que un libro no lo es si no se abre.
ResponderEliminarHermosas imagenes. Se antoja, como se le antojaría a un niño entrar en una dulcería en la que puede tomar lo que quiera.