Ninguna
novela me había vuelto a perturbar como La familia de Pascual Duarte, hito del
tremendismo español, hasta La Giganta. Camilo José Cela dejó en mi memoria
imágenes que ya estoy resignada a no olvidar nunca. La narración de Patricia Laurent Kullick no es menos cruda, acaso por la velocidad que no da un solo
respiro al lector en la brevedad de 131 páginas y suma intensidad a la terrible
historia de una familia disfuncional: la madre (mexicana) de diez hijos, el
padre (extranjero) derrotado por la melancolía, los hermanos que han tejido una
red (de seguridad) con lazos filiales que los ayudan a sobrevivir.
La voz de la sexta hija relata horrores de los que una
niña de once años no deja de darse cuenta. Pero esa voz no tiene tinte de
amargura, todavía cabe todo en el juego, en la aventura, en la inocencia lúcida
y no hay sitio para la desesperanza. No hay tragedia porque no hay gravedad en
el alcoholismo, ni en el abuso, ni siquiera en el suicidio, cuando la niñez es
una suerte de preservativo del mal que, para los hermanos mayores, acaba
prematuramente.
Mientras dure la niñez, la Giganta deslumbrará con su
belleza y con su risa. Será, pese a todo, la madre bienhechora que huele a
trigo. El retrato descarnado de una maternidad atormentada queda solo a la
vista del lector.
sd
Laurent Kullick,
Patricia (2015) La Giganta México: Tusquets.
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