Si eres de esos lectores desaforados que no puede dejar
una historia a medias, seguramente te has encontrado en situaciones incómodas de
lectura, es decir: momentos de extrema contorsión, lagrimeo profundo, hambre y
sueño exacerbado, esfínteres a punto de reventar, etc.
Yo confieso ser de las que no deja el libro mientras
pueda, si la historia me atrapa, me atrapa en serio y prefiero desvelarme,
dejar de comer y llevarme el libro al baño, antes que interrumpir la lectura.
Para mí lo peor es la noche, cuando todos duermen y yo me
resisto a apagar la luz de mi buró para seguir leyendo, generalmente escucho
una voz interior que me advierte que al día siguiente no me voy a levantar,
siento como el cuello se me entume y mis ojos hacen viscos para descifrar el
texto con la pésima luz que alumbra el libro, luego comienzan las cantaletas
prometo dejar la lectura al concluir un capítulo pero esa promesa, lo sé en las
entrañas es el autoengaño por excelencia, porque llegado el nuevo capítulo las
ganas por saber cómo sigue la historia casi siempre son más que las ganas de
dormir, así que sigo por uno más, y otro, y otro… hasta que mi mente va
perdiendo claridad y las letras empiezan a desfilar frente a mi como en la
canción de Cri-cri, (primero verás, que pasa la “A”, con sus dos patitas…), en
ese instante sé que no puedo hacer más, no importa cuanto trate de espabilarme,
el cansancio me vence, tengo que aceptar la derrota y dormir.
Lo peor es que en esas ocasiones, lo leído me habita a
tal grado que mis sueños se ven invadidos por los personajes de las historias
que leo, los escenarios cotidianos se mezclan con la ficción y elementos que
habían pasado desapercibidos durante la lectura se vuelven importantes en el
sueño, a tal grado que en la mañana tengo que hacer una especie de autopsia del
sueño para encontrar qué de todo eso pertenece a lo leído.
Si estuviera en análisis sería interesantísimo analizar
éste tipo de sueños híbridos, intentar descifrar el porqué de esas mezclas y el
sentido último que la voz del autor ejerce en mí durante la lectura y luego en
el sueño… lamentablemente dejé el análisis hace algún tiempo, además casi
siempre cuando frecuentaba el diván los sueños se me escapaban.
En fin, lecturas van y vienen, en posiciones y horas que
pueden ser cuestionables, lo que no se alega es el placer inenarrable que
experimentamos al hacernos de otras vidas, personajes o pensamientos.
Y ustedes: ¿cómo y cuándo prefieren leer?
Nos leemos
cj
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