enero 23, 2013

Bajo presión

Haberme convertido en mamá en el 2006 me llenó de gozo y también de un sentimiento de angustia. ¿De qué manera podía educar a mi hijo para ser exitoso, seguro, desenvuelto, inteligente, obediente, audaz, tenaz, tomador de buenas decisiones, feliz, respetuoso del ambiente y de las personas, honesto...? (me detuve no porque la lista que fabriqué en mi cabeza se detenga aquí, sino porque creo que la idea ha quedado clara ¿cierto?).

Los primeros meses parecían una competencia con las madres que tenían bebés de edades similares. La interacción con ellas rondaba sobre cuántas onzas comían (nunca lo supe porque amamanté), cuántos centímetros había crecido, cuánto había aumentado en peso, si ya dormía toda la noche, si usaba ropa de tallas más grande que su edad...en fin el desarrollo de los niños se medía en el que estuviera más allá de los límites marcados por algún factor estadístico autorizado por alguna institución pediátrica avalada por algún organismo internacional de algo.

Confieso, hoy sin culpa, que preferí alejarme de dichas mamás. Sin embargo, quedaron los libros que gritaban que había que iniciar la estimulación temprana y los cientos de artículos que indicaban que quien no iniciara ya con dicha estimulación y con un segundo idioma en los primeros 18 meses de nacimiento, seguramente terminaría como parrillero de alguna tienda de comida rápida.

Por fortuna, tenía que apoquinar con algo de efectivo para el gasto familiar así que regresé a trabajar dos veces a la semana cuando el niño tenía 7 meses. Cuando estábamos juntos dormíamos abrazados, lo llevaba al parque, le cantaba (con mi desafinada voz), escuchábamos música y lo tenía gran parte del tiempo en brazos (a pesar de ciertas voces que decían "lo estás malcriando y lo vas a embracilar). Y a este ritmo hemos llegado a los 6 años.


Hace dos años me encontré con el libro Bajo presión de Carl Honoré, lo compré por la contraportada: "Carl Honoré explica cómo nuestro moderno enfoque de la infancia es todo un fracaso: nuestros hijos están más obesos, miopes, más deprimidos y más medicados que cualquier generación anterior".

Es hasta este momento (haciendo honor al otro libro de este autor Elogio a la lentitud) que le tocó el turno de ser leído. En él se hace un análisis de lo que se piensa que está bien hacerle a la infancia y demuestra con resultados de investigaciones y observaciones cómo el volver a lo básico: juegos, paciencia, tiempo y amor, siguen siendo los factores para guiar a los niños a una vida plena y a un desarrollo armónico del potencial de inteligencia que ellos ya tienen.

Recomiendo ampliamente su lectura, dejemos en paz a los niños y seamos felices a su lado.

dfcg

*Imagen tomada de El blog alternativo

1 comentario:

  1. Dul, me encantó la reseña y si no lo tienes ocupado, me encantaría leer el libro.
    Gracias por las recomendaciones...
    Nos leemos
    cj

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