Para
mí leer en voz alta es una actividad entrañable, no sé con exactitud cuando o
cómo adquirí el gusto por esta práctica pero creo que fue desde que era muy
pequeña. Mis primeros recuerdos al respecto son de cuando yo iniciaba en la
primaria y nos hacían leer “hasta el siguiente punto y aparte”, siempre
esperaba que me tocara un párrafo largo y me ponía nerviosísima antes de mi
turno. Me acuerdo que en cuarto de primaria pude leer frente a toda la escuela
pues a mi salón le asignaron las efemérides del mes y mi maestra me seleccionó para
leerlas, yo temblé de principio a fin a pesar de que me sabía de memoria los
cinco renglones que leí. Ese nervio anticipado hasta la fecha me acompaña
siempre antes de alguna lectura y lo disfruto enormemente.
Lo
curioso es que esta práctica que parecía deliciosa y fundamental cuando empecé
a leer, con cada año que cursaba se hacía más escasa, en secundaria rara vez algún maestro pedía voluntarios para leer un
apunte recién dictado o la entrada del libro de texto, pero fue una práctica
nula en la clase de español y fuera del salón no se consideraba necesaria. Si
yo seguí leyendo era porque a mi hermana también le gustaba y a veces
repetíamos la práctica de “hasta el siguiente punto y aparte” entre nosotras. En
preparatoria y universidad leer en voz alta era un sacrilegio, nadie lo hacía y
a nadie le interesaba escuchar, en las clases de literatura si es que alguna
vez leímos lo hicimos en parejas nunca en grupo o de forma organizada. Yo leía
en voz alta para mí, sola y pensando que
lo que hacía tenía más que ver con cierta falta de cordura que con el
gozo por las palabras.
Pero hay
cosas que se nos pegan al corazón a pesar del contexto o lo que suceda en
nuestra vida y para mí leer en fuerte ha sido un acto necesario. Hay
pasajes de novelas, algunos cuentos o ciertas poesías que si no las digo en
fuerte no las entiendo del todo, necesito jugar con la entonación, los puntos
y el silencio para aflorar el
sentimiento y hacerlos más míos.
Durante
el breve tiempo que fui maestra de preescolar
constaté la fuerza que tiene un texto contado y el poder de las palabras
cuando se les llena de sentido y sentimiento y en los años que he trabajado con
adolescentes leer en voz alta siempre ha sido una práctica esencial en mis
clases, una práctica que en un principio no les parece ni interesa pero que a
menudo los enamora y reconcilia con la otra lectura (esa en silencio, que
siempre parece más formal y necesaria). Una actividad que además provoca
que revisemos nuestra capacidad de escucha, casi extinta y tan necesaria en estos tiempos.
Como
mamá leer en voz alta me ayudó enormemente durante los primeros meses de vida
de mi hija, a ratos cuando yo estaba tan cansada que no sabía bien que decirle
o cómo decirlo, tomaba un libro y le leía. Yo sabía que ella no entendía el
significado del texto, lo que a mi hija le gustaba era la calma que se apoderaba
de mi voz al leer, la forma en la que jugaba con las palabras y me divertía.
Y es
que cuando se lee de corazón, cuando tomas un libro y te armas de valor para
empezar a contarlo, cuando conoces las palabras y sientes la necesidad de
paladearlas y compartirlas entonces la lectura en voz alta es más que lectura,
es una forma de comunicación entre inconscientes, un dialogo de tonos y
melodías que nos acercan a las fibras más sensibles y profundas de lo que
somos.
Si
no me creen los invito a que lo intenten. Empiecen a leer frente a otros y
verán qué es lo que sucede; serán testigos de como el ruido cede ante la voz y
el silencio de quién escucha comienza poco a poco a acompañar a quién lee. Porque sobra decirlo pero una lectura en voz alta no la hace sólo aquel que lee, también quién escucha con su silencio construye el texto y lo interpreta.
cj
Yo también fui asidua a leer en voz alta, me favoreció el hecho de ser las primeras del grupo en aprender a leer.
ResponderEliminar¿Recuerdan que había concurso de lectura? Yo participé en 5to grado, recuerdo que parte del entrenamiento fue leer pasajes de la Biblia, pues la señorita Marina me dijo que con los difíciles nombres que ahi venían y el cómo estaban construidas las oraciones era una buena manera de prepararme para leer cualquier texto.
Recuerdo que los nervios me traicionaron y no pase a la semifinal. Me gusta leer en fuerte.