Una persona como yo, que padece de pánico escénico, no se
vería a sí misma desempeñando un trabajo donde tuviese que estar hablando
delante de un grupo mayor a tres personas. Sin embargo, por alguna
circunstancia impredecible y por mediación de un entrañable amigo, me convertí
en maestra de secundaria y preparatoria. En lo que creía una opción laboral
pasajera, encontré una vocación que he amado férreamente a lo largo de poco más
de una década.
Descubrí que podía contribuir en la tarea social de construir
lectores. En el camino me fui dando cuenta que se trata de una tarea casi
artesanal, no hay fórmula efectiva. Por principio hay que ser un lector de
amplio espectro, solamente así se puede
acudir a una gama suficiente para ofrecer a los lectores en formación. Hay que
ser también muy observador para proponer cierto libro en el momento adecuado,
es decir: el que sea compatible a los
intereses particulares de cada alumno; que lo motive a leer, releer, charlar y
escribir sobre lo que descubrió entre páginas.
Tengo que decir que soy afortunada, con frecuencia mis
exalumnos me hacen sentir su cariño y gratitud. Se entenderá sin dificultad que,
cuando desde siempre fueron sensibles a la lectura, no me adjudico mucho mérito.
El verdadero reto es que lean quienes
todavía no encontraron el gusto en hacerlo. En días
recientes vino a saludarme un exalumno; que mientras
estuvo en la preparatoria, fue un alumno muy querido por su personalidad carismática. Sin
embargo no fue un alumno proclive a leer, era más bien el tipo de alumno
deportista e inclinado a las ciencias exactas.
Pues este muchacho que ha sido capaz de seguir su propia
pasión (ahora está a mitad de la carrera
de Arquitectura) me ha dicho algo que los maestros
necesitamos escuchar de vez en cuando para continuar: -"Gracias por darme el hábito de la lectura, es
una ventaja y un placer"-. Me sorprendí porque recordé algunos libros que le había dado a leer a este futuro
arquitecto: Albercas de Juan Villoro (algo
que en su momento le ofrecí por tratarse de un autor cuyo estilo es asequible y
porque se trataba de un libro de cuentos, género muy
favorable para quienes todavía no consiguen permanecer mucho tiempo
inmersos en la lectura) y Dios sí juega a
los dados de Óscar de la Borbolla, una vez que había mostrado agilidad lectora, ya que para
interpretar correctamente estos cuentos hace falta poner en juego teorías científicas (geometría de fractales,
matemáticas del caos, saltos cuánticos, física cuántica).
Platicamos un poco sobre sus lecturas actuales y no hizo
falta que aclarara porqué leer es para él una ventaja y un placer. En su
discurso fluido se explicaba a sí mismo. Creo que el secreto está en la
convicción de que existe un libro para cada quien. El maestro de Literatura tendría que ser una
brújula para que sus alumnos encuentren ese libro y que, independientemente de
convertirse en ingenieros, abogados, arquitectos, médicos, músicos, escultores,
no dejen de ser lectores porque es así como podrán llegar a ser personas
tolerantes y críticas a la vez. Sigo teniendo
pánico escénico, pero la mejor manera que encontré de superarlo es hablar de
Literatura.
P.D. Por cierto, la ilustración que me acompaña fue hecha por
otro alumno, en otro momento, pero sobre el mismo libro que mencioné antes. Sin
embargo “esa es una historia que deberá
ser contada en alguna otra ocasión”
P.D. 2 Les dejo aquí un enlace a mi propio cuento favorito de Dios sí juega a los dados: El paraguas de Wittgenstein. Gracias al cual, finalmente, entendí la intincada teoría de este filósofo del lenguaje.
sd
sd
No hay comentarios:
Publicar un comentario