Estoy segura que el amor a las
letras tiene muchos caminos; un maestro, un hermano, un amigo, un padre o una
madre tiene alguna vez el buen tino de ponernos en las manos el libro que nos
hará entrar por la puerta de ese amor.
Si hay buenaventura en los primeros encuentros, el amor será eterno.
Para mí, darles de leer a mis hijos ha sido tan importante como darles de comer. No soy precisamente una buena cocinera (a
pesar de mis esfuerzos) pero he procurado
esmerarme en la otra alimentación.
la imagen fue tomada de: http://www.facebook.com/taller.sociologico |
La primera cosa que compré para
mi hijo mayor, cuando todavía no había nacido, fue un libro.
Un libro para bebés que sería reinventado infinidad de veces mientras
aprendía el arte de pasar de hoja. A ese
se sumaron otros que hicieron crecer una colección de diferentes sabores: libros de historias favoritas, que
prácticamente memoricé de tanto repetir, libros de dinosaurios –a los que un
tiempo fue ferozmente aficionado, hasta volverse experto en la nomenclatura de
esos gigantes prehistóricos- Más tarde los
libros de mitología y seres fantásticos. Su apetito era voraz.
Al nacer su hermano, compartir cuarto y juguetes no representó un gran reto; no se puede decir lo mismo de
compartir a mamá, menos cuando se trataba de la hora del cuento. Mi hijo mayor ya era capaz de leer por su cuenta “libros
gordos” de los que no se terminan en una noche, así que se vio obligado a dejarle su lugar en el rito
nocturno a su hermanito. Más de una
noche lo sorprendí espiando el cuento infantil que yo leía. Así que lo invité a
volver a escuchar a los hermanos Grimm y turnarse la voz conmigo.
Cuando llegó la época de las
sagas, su paladar no admitía el Harry Potter tan popular entre otros
muchachitos de su edad. Se quejaba de no poder comentar con nadie las
aventuras de los hermanos Jacob y Will
Reckless. Así fue como mi hijo me presentó a Cornelia Funke; mientras uno de
los dos leía un capítulo de Corazón de
tinta, el otro lavaba los trastes.
Cuando él adelantaba por su cuenta, me
mantenía al tanto del avance de la trama y charlábamos sobre las posibilidades
de lo que ocurriría más adelante en la historia.
Esta novela juvenil me gustó
particularmente, porque la autora comienza cada capítulo con un epígrafe de
algún libro fabuloso. En los casos en que yo conocía el libro en cuestión tuve la ocasión para platicarle sobre grandes obras
de la Literatura. Ahora que encuentra en su camino autores hablando de otros
autores, maestras maravillosas que comparten sus libros con él, está listo para
procurarse su propio pan de papel. Tal
vez él mismo se convierta en camino para
otros, tal vez en el futuro, comprará un pan de papel y lo dará a sus propios
hijos.
sd
Acabo de dar el pan de papel nocturno a ese "adulto bajito" (robo la frase de Serrat) que vive en esta casa. Me resistía a dejar el trabajo que estaba realizando pero ante la petición "¿me lees un cuento, mamá?", no pude más que hacer un recuento de cuánto años más te lo pedirá, los 10 o 15 minutos que leerás ¿hará un cambio impresionante a la torre de evaluaciones por comentar?.
ResponderEliminarDejé a un lado lo urgente, para hacer lo importante. Gracias por compartir.