El domingo mientras escuchaba el debate de los candidatos presidenciales, sin quererlo me percate de algunas trucos que inventaba al vuelo para intentar seguir de cerca las participaciones de los candidatos: concentrarme en la repetición de palabras, su incesante parafraseo, el lenguaje abstracto y falto de discurso, etc. En determinado momento me sentí plenamente identificada con el hartazgo y cansancio que demuestran mis alumnos cuando la clase les es ajena y parece tratar temas e historias que nada tienen que ver con ellos. Oír tantos discursos repetidos y contradictorios me hizo ante todo sentirme insultada ¿de verdad creen que nos tragamos todo lo que dicen? y digo tragar porque así es como imagino la escena, candidatos soberbios y despreocupados, asesores cómplices y rateros que juegan con datos y buscan palabras para confundirnos y adormecer nuestro intelecto.
Hay
temas en los que aunque intuyo las mentiras no las descubro de inmediato y
otros en los que sus opiniones son tan burdas y descaradas que no puedo ocultar
mi hastío por la política de pacotilla que manejan. Las promesas en cuestiones
de educación en las campañas políticas son tema viejo, siempre prometen lo que
no cumplen y aún así vuelven una y otra vez sobre la educación, porque saben
que para algunos ciudadanos, esos sin chofer, cuentas bancarias fuera del país
y vacaciones alrededor del mundo, la educación es la única salida en medio de
un clima social tan inestable.
Lo
que me sorprende es cómo en fechas recientes el discurso de la educación
termina casi siempre ligado a la habilitación de un sistema eficiente y
gratuito de Internet, como si ahora mágicamente lo único que se necesitara para
aprender es contar con una conexión eficiente y una computadora lista para
entrar a la red de redes.
Lo
cierto es que la ilusión que nos venden los políticos, esa magia de Internet
que ellos se encargaran de otorgarnos, no es exclusiva de ellos hace un par de
semanas en plena clase con mis alumnos de primero de bachillerato debatimos
acaloradamente sobre los beneficios que ellos encontraban a que cada alumno portara a clases su
laptop como único útil escolar. Para ellos la fantasía era clara –si nos dejan traer nuestra computadora,
vamos a ser mejores alumnos, podemos investigar en Internet todo lo que nos piden, y vamos
a cumplir porque ahí traemos los trabajos- mientras los escuchaba pensaba
¿y cómo y quién va a realizar los trabajos?, todos mis alumnos cuentan con
computadoras personales, que aunque no llevan a la escuela están a su disposición
cuando ellos las necesitan, a pesar de eso no entregan trabajos y las
investigaciones que realizan en Internet son por lo general de un contenido
bastante mediocre. Hablamos un buen rato hasta que un alumnos que por lo
general es reservado tomo la palabra y sin más dijo –si no trabajas en tu cuaderno, no lo vas a hacer en tu computadora, si
no entiendes las lecturas que debes de hacer en los libros, tampoco vas a
entender lo que busques en la computadora, el problema no tiene que ver con las
computadoras o Internet, tiene que ver con la forma en la que estás
acostumbrado a trabajar (o no trabajar) en la escuela- después de su
intervención todos se callaron, unos cuantos se voltearon a ver e incurrieron
en las guasas y chistes de siempre, otros dieron por terminado el tema y
preguntaron qué más haríamos.
Al
escuchar a los candidatos y sus promesas vacías recordé el incidente en clase,
volví a pensar en el espejismo que resulta Internet cuando no se está habituado a comprometerse con el
conocimiento y la formación. Yo misma he incurrido infinidad de veces en la
búsqueda fácil y el dato sin esfuerzo, pero aprender a buscar y a utilizar el
vasto número de herramientas que otorga Internet me ha llevado mucho más tiempo
del que soy consciente, en más de una ocasión he deseado tener a la mano un
libro y no enfrentarme a el cúmulo de información vacía y falsa que uno tiene
que sortear cuando busca datos confiables, de igual manera me he topado con que
a veces me dejo llevar por la invisibilidad en la que nos sume tanta
información en tan poco tiempo y así elaboro hipótesis que nada tienen que ver con lo que en realidad sucede.
Educar
y aprender son actividades que siempre dependerán del contacto con el otro, el
dialogo, la confrontación de ideas, la explicación y en última instancia la
argumentación son elementos esenciales del conocimiento, a los que no se llega
solo con Internet y banda ancha.
Como
maestros tenemos que hacer un esfuerzo por confrontan la fantasía del
conocimiento inmediato y mágico que nos quieren vender, la lectura de miles de
palabras en cuestión de segundos, la inmediatez por encima de la reflexión. El escritor italiano Alessandro Barico en su ensayo Los Bárbaros lo enuncia con astucia "no resulta una perdida de tiempo
detenernos un momento para comprender de qué lado están las instituciones a las
que encomendamos la tarea de la educación. Los hornos oficiales en los que se
ponen a cocer nuestros cerebros” Arreola atinó a nombrar lo esencial a
la hora de educar “no hay pensamiento que
no se realice en términos de lenguaje y que no pueda ser transmitido a los
demás. El lenguaje modela el espíritu, que a su vez modela el lenguaje. Nuestro
modo de hablar es nuestro modo de ser. El espíritu solo puede ampliarse en
términos de lenguaje”.
cj
Y entonces, si retomo a Arreola -con lo mencionado en el último párrafo-, ¿el espíritu de los políticos se les escapó de su cuerpo? Porque su lenguaje es tan poco auténtico, desordenado y falto de esencia...
ResponderEliminarCreo que eso es lo más triste, no hay lenguaje, solo la apariencia de palabras que intentan dar respuestas, pero es una pantomima vacía porque el espíritu de las palabras, cuando son sinceras tiene fuerza y no necesita tantos artilugios. Sabio Arreola en sus reflexiones sobre Educación ;-)
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