Cada vez que mi hijo me
pregunta “¿Quieres que te enseñe una canción que aprendí en la escuela?”
consigue toda mi atención y después de escucharla, siempre le digo que su
escuela es maravillosa. Tuvimos el buen tino de elegir escuelas donde ponen a los
niños a cantar. No es algo que los padres comúnmente preguntemos en las
escuelas: -¿cantan aquí?- Y sin embargo he venido a darme cuenta que sí, que
durante el kínder y, al menos la primaria menor, es algo que deberíamos
preguntar.
El
canto en los niños pequeños es una especie de preámbulo para la lectura, otro
modo de ponerlos en contacto con las
palabras, antes de que puedan leer por sí mismos. En mi familia de origen era algo
cotidiano escuchar discos, había una considerable colección de música de
todos los tipos y para todos los gustos. También había audio cuentos narrados
por Milissa Sierra (mucho tiempo antes de las videocaseteras) y discos de
poesía.
Conocí a Miguel Hernández, Benedetti y Pablo Neruda, en las voces de Nacha Guevara, Joan Manuel Serrat y Carlos Díaz 'Caito', mucho tiempo antes de haberlos leído. He vivido con la certeza de que de no haber sido por eso, no hubiera encontrado el gusto que tengo por la poesía. Vestida de canción, la poesía puede sentirse cuando todavía no se es capaz de entender el significado de una metáfora, cuando simplemente conmueve la voz de quienes la interpretan sabiendo que significa ser "como el árbol talado que retoña", querer a alguien porque es "mi amor, mi cómplice y todo", el poder de una risa que "sube al cielo buscándome y abre para mí todas las puertas de la vida".
Con
canciones, los niños aprenden lúdicamente los días de la semana: “La señora tierra gira
sobre un pie y cuando termina ya un día
se fue. Cada siete días es una semana y a esos siete días así se les llama:
lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Cada día es una
vuelta de la tierra que giró, se completa la semana cuando siete giros dio”. Aprenden que incluso los deditos de sus manos simbolizan:
“Yo soy Gastón muy gordo y barrigón, yo soy Andrés saludando al revés y yo me
llamo Violeta alta, flaca y coqueta. Yo soy José un anillo me pondré y yo me
llamo Aníbal miro a todos para arriba.
Una mano soy me cierro y me voy”.
Aprenden
a narrar historias: “La brujita tapita,
vivía en un tapón que no tenía puerta, ni ventana, ni balcón. La brujita hacía
brujerías abra cadabra pata de cabra (…) Un día la brujita quiso desaparecer, mirándose
al espejo dijo: uno, dos y tres”. También aprenden de poesía antes de saber que
se llama así. A fin de cuentas la poesía nació con la lira; su historia separó
a las hermanas pero todavía se recuerdan y, a veces, se encuentran.
sd
Me encanta la idea de preguntar por el canto al elegir kinder y primaria, ¿qué pasaría si lo extendiéramos a secundaria y prepa? en donde la música se cuela hasta lo más hondo de la adolescencia.
ResponderEliminarPor otro lado creo que el canto en la infancia (como los libros) son otra forma de jugar, por eso el gozo de los pequeños al aprender e inventar nuevas canciones.
Gracias por la entrada y por compartir la experiencia, seguiremos cantando.
cj