Hace poco más de un año una amiga
se fue una temporada del país, dejando
la mayoría de sus pertenencias almacenadas y provistas
de un producto antihumedad. De todas formas, al volver, se encontró con que
muchos de sus libros se habían afectado y tuvo que implementar una variedad de
métodos caseros para secarlos. Me contó de uno en particular que, a veces, cuando hay
humedad en el ambiente ‘suda’. No sé que me gustó más, si la sinopsis que me
hizo de la historia narrativa o la anécdota del libro-objeto que reaccionaba al
clima; el caso es que le pedí que me lo prestara.
El curioso incidente del perro a medianoche
lo narra su protagonista de 15 años, a quien le gustan los números primos mucho
más que los cardinales, razón por la que
los capítulos no llevan el orden convencional sino que comienzan con el 2 y terminan en el
233.
A Christopher le gustan los perros porque sólo tienen cuatro estados
de ánimo fáciles de reconocer. Le gusta el rojo y sabe que cuando, de camino a
su escuela, puede ver 5 coches de ese
color tendrá un día excelente. Es
buenísimo para jugar Scrabble y aspira a sacar un sobresaliente en el examen de
bachiller en Matemáticas que nadie más ha presentado en su escuela.
La verdad es
tan importante para él, que le disgustan las metáforas, tanto como los extraños
y que alguien lo toque. La rutina de Christopher
es estable y le da seguridad hasta que ocurre un incidente en el vecindario que
lo lleva a decidir emular a su personaje literario favorito, Sherlock Holmes,
para resolver el misterio y escribir un libro. Las circunstancias lo llevarán a
una aventura mayor, en la que descubrirá su valentía y nos desvelará algunos
otros misterios sobre su historia y sobre la increíble y compleja mente de los
niños autistas.
A medida que
los acontecimientos van ocurriendo, este singular personaje acude a los
consejos de Siobhan, quien le ha enseñado las cosas que lo ayudan a estar
tranquilo, a evitar meterse en problemas, a tener una opinión valiosa de sí
mismo y a descubrir todo lo que es capaz de hacer. Éste es un personaje que
conocemos solamente a través del discurrir del pensamiento lógico de Christopher,
sin embargo, es una manifestación de la labor amorosa que desempeñan los
maestros que trabajan con los niños que llamamos ‘especiales’.
“Todo mundo tiene necesidades especiales, como Padre, que tiene que llevar siempre encima una cajita de pastillas de edulcorante artificial que echa al café para no engordar, o la señora Peters, que lleva en el oído un aparato de color beige para oír mejor, o Siobhan, que lleva unas gafas gruesas que si te las pones te dan dolor de cabeza, y ninguna de esas personas son de Necesidades Especiales, incluso aunque tengan necesidades especiales”. (Haddon Mark, 2004, pág: 63)
Esta esdrújula
terminó de leer el libro, y aunque no pudo confirmar la teoría de la
sudoración, no pudo evitar humedecer un poco la página final.
sd
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