septiembre 13, 2013

De los proyectos para compartir libros




Quizá pocas veces escuchamos el término biblioteca particular, quizá hayamos visto una cuando hemos visitado una casa museo que hay en algunas ciudades de México.
Dicen que una de las primeras bibliotecas particulares que se tiene registrada es en Nínive (parte de lo que ahora es Iraq) por allá en el año 7 AC.

La bibliotecas particulares fueron poseídas por teólogos, docentes, aristócratas y quizá surgieron como una forma evolucionada de archivo de documentos o datos. Algunas de estas bibliotecas han sido envidiadas por coleccionistas o censuradores (como en el caso de la biblioteca de Sor Juana Inés de la Cruz, quien guardaba celosamente sus libros de los ojos de la Inquisición).

Hoy en día y dado el espacio de las casas promedio en México las bibliotecas particulares   suelen alojarse en libreros que aprovechan diversos sitios de las casas: un librero en la sala, una repisa arriba de la puerta, arriba de la taza del baño, en la mesitas de noche, los guardaropas y hasta en la cajuela del auto.

No todos los dueños de libros tienen registro de su inventario, sin embargo otros ya lo han empezado a llevar gracias a aplicaciones como Collectorz, mybook, myBookshelf, reading list...¡así es todas en inglés!

Depende de la relación que guardes con tus libros es el tiempo que le dedicas a ordenarlos, registrarlos, guardarlos y... ¡prestarlos!

¿Qué sientes al prestar un libro?, ¿qué te impulsa a hacerlo o no?

Hace unos días, caminando por la ciudad norteamericana que me aloja me encontré con una casita de madera suspendida por un poste afuera de una casa. Crucé la calle para ver de qué se trataba. Casi no podía creerlo cuando lo vi.

La casita de madera tenía en su interior repisas con libros. Una puerta con vidrio permitía ver su contenido. Un letrero anunciaba que podías tomar o dejar el libro que quisieras.
Alguien, gustoso de la lectura y desprendido de los libros, tenía ahí una pequeña biblioteca pública que seguramente inicio como parte de su biblioteca particular.

Qué maravilla y qué sencillo proyecto de fomento a la lectura: el intercambio libre y comunitario.

Me pregunto si cuando regrese a México seré capaz de llevar un proyecto como éstos a mi colonia.
dfcg

septiembre 11, 2013

La mujer que tiembla



Me gusta nadar pero suele ser complicado encontrar una alberca disponible, pagar por el servicio y trasladarme al lugar para realizar la actividad. Por tanto desde el año pasado opté por correr. Al principio no fue fácil pero tras diversas lecturas y charlas con quien está más avanzado en esta práctica, el amor entre la corrida y yo fraguó.

Sin embargo, hace dos meses una dolencia surgió y empezó a provocar que dicha actividad se volviera una tortura (en la vida diaria): un dolor punzante en la base del talón hizo su aparición. De acuerdo a la revisión bibliográfica que inicié dicha lesión tiene un nombre de miedo: fascitis plantar.

El dolor es sumamente molesto pues siento que un clavo se ensarta en el centro de la base del talón del pié derecho, aun cuando no salga a correr pasan días para que desaparezca, para volver a surgir en cuanto trote o simplemente camine. A quien no le gusta hacer un deporte se le ocurriría decirme: pues deja de correr. Seguramente quien ama una actividad no se atrevería a comentarme algo semejante.

En mi búsqueda por razones de esta dolencia (más allá de que el calzado no fue el adecuado o que si tengo una pronación en mi pié) me encontré con un libro de una mujer que empredió un camino similar para entender lo que ha ella le pasaba.


El libro se llama La mujer que tiembla (2010) (Trad. de The shaking woman, su título original) y la autora es Siri Hustvedt. Ella sufrió de migrañas desde joven pero fue un episodio de temblores lo que la hizo documentarse en neurología, psiquiatría, psicoterapia y psicoanálisis.

El libro es un fascinante viaje, en vehículo de ensayo académico, en el que explora los confines de la enfermedad como la de ella, sus rasgos históricos, las opciones de cura, la ignorancia de los médicos y el papel que juegan la conciencia, los descubrimientos del funcionamiento cerebral y el lenguaje.

Lo mejor de su narración es que no es concluyente, no “tira netas”, describe y lanza interrogantes.

Me pregunto, después de leerla si soy fascitis plantar, o la fascitis me ha “tomado”, si ella me habla, si soy ella y tengo algo que decir por medio del acalambramiento que me produce, si tengo cura o debo dejar el placer de correr por las calles, si me rehuso a caminar por donde no tengo claro el camino... o si todo se resolverá por el hecho de buscarme un apoyo para el arco de mi pié.

Yo al igual que Hustvedt me adentraré en los confines de lo que la enfermedad dice y lo que mi Yo recibe en la conciencia.

dfcg

* Ilustración tomada de la página electrónica de El Mundo.