enero 13, 2016

El tremendo retrato de una giganta

Ninguna novela me había vuelto a perturbar como La familia de Pascual Duarte, hito del tremendismo español, hasta La Giganta. Camilo José Cela dejó en mi memoria imágenes que ya estoy resignada a no olvidar nunca. La narración de Patricia Laurent Kullick no es menos cruda, acaso por la velocidad que no da un solo respiro al lector en la brevedad de 131 páginas y suma intensidad a la terrible historia de una familia disfuncional: la madre (mexicana) de diez hijos, el padre (extranjero) derrotado por la melancolía, los hermanos que han tejido una red (de seguridad) con lazos filiales que los ayudan a sobrevivir.
La voz de la sexta hija relata horrores de los que una niña de once años no deja de darse cuenta. Pero esa voz no tiene tinte de amargura, todavía cabe todo en el juego, en la aventura, en la inocencia lúcida y no hay sitio para la desesperanza. No hay tragedia porque no hay gravedad en el alcoholismo, ni en el abuso, ni siquiera en el suicidio, cuando la niñez es una suerte de preservativo del mal que, para los hermanos mayores, acaba prematuramente.
Mientras dure la niñez, la Giganta deslumbrará con su belleza y con su risa. Será, pese a todo, la madre bienhechora que huele a trigo. El retrato descarnado de una maternidad atormentada queda solo a la vista del lector.

sd

Laurent Kullick, Patricia (2015) La Giganta México: Tusquets.

agosto 17, 2015

El mundo perdido de la niñez

Explorar la infancia y la niñez es una audacia a la que pocos se atreven; para hacerlo, hay que despojarse de los ojos adultos y estar dispuesto a un viaje profundo hacia la propia vulnerabilidad.
En El caballo perdido (1943) Felisberto Hernández recreó, como en una ceremonia sensual, la vista y el tacto con que la curiosidad de un niño revela el misterio de los objetos. En su lucha por recuperar la memoria, el narrador acusa la intromisión de su versión adulta: “Hay un solo instante en que los ojos de ahora ven bien: es el instante fugaz en que se encuentran con los ojos del niño” (Hernández 1983 p. 36). Ese ‘socio’ –como lo llama Felisberto Hernández- está presente también en la novela El mundo de Juan José Millás, que renuncia al disimulo de las heridas para buscar la honesta experiencia de la niñez: “Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas” (Millás 2014 p. 8).
Millás reconstruye un mundo infantil lleno de oposiciones perceptuales: “Nos colocábamos la chaqueta del pijama sobre la camiseta de tirantes, que era una segunda piel, y nos metíamos tiritando en la cama. A veces me masturbaba, no tanto por placer como por la curiosidad de que de un cuerpo yerto saliera un jugo caliente” (Millás 2014 p.14); pero, sobre todo, desvela la verdad que el discurso adulto oculta “Madrid es la capital, un lugar en el que las oportunidades se multiplican, en el que hay de todo (pronto advertiría que no había playa, ni mar, ni calor, entre otras cosas esenciales), en el que uno puede llegar a ser lo que quiera…” (ibid. p. 21-22).

La salida a la adolescencia está en la calle que, vista primero desde ‘dentro’ en un sótano que refugia la fantasía del juego, se convierte en el ‘afuera’ donde se ganan las explicaciones a los misterios. Ahí, afuera, llega con el desengaño del amor pueril la primera muerte propia: “Y bien, ¿podía salir del cuarto de baño e incorporarme a la vida familiar confesando que me había muerto (de amor)? Era evidente que no, de modo que tenía que fingir que continuaba vivo, ya veríamos durante cuánto tiempo” (ibid. p. 142).
Esta novela, escrita con honestidad, invita al lector a recordar cómo era el mundo en la niñez para buscar su propio caballo perdido.

sd

Hernández, Felisberto (1943/1983) Obras completas vol. 2, México, Siglo XXI
Millás, Juan José (2007/2014) El mundo México, Planeta

julio 28, 2015

Momo y el tiempo

Decimos que una persona que calla, que no habla, guarda silencio. ¿Qué guarda quien escribe y deja de hacerlo por un tiempo?

Hace dos años me volví a poner la mochila en el hombro y desde entonces mi lectura y escritura han estado concentradas, casi por completo, en la Lingüística. Mis escapadas entre Morfología, Sintaxis y Semántica eran a pequeños parajes de relecturas, uno que otro pellizco furtivo a la poesía para mantener saludable mi relación con el lenguaje y, solo de vez en cuando, una novela corta.
Para romper mi silencio esdrújulo de estos dos años, vengo a escribir sobre una de esas relecturas. Leí Momo hace muchos, muchos años. En mi vieja edición maltratada de hojas amarillas, apenas reconocí la letra con la que escribí mi nombre sobre la portadilla porque todavía no tenía mi trazo definitivo. Momo salió de su mutismo para encarnar su historia otra vez, en dos voces turnadas: la de René y la mía, para que luego jugáramos a ser Gigi (él) y Beppo (yo).
No voy a reseñar la novela, muchas reseñas debe haber de ella. Lo que quiero es compartir mi lectura adulta y la lectura infantil de René. Momo es la lucidez que perdimos para distinguir cosas importantes en un mundo  en el que los hombres grises asechan y engatusan:
“Querido amigo -contestó el agente, alzando las cejas-, usted sabrá cómo se ahorra tiempo. Se trata, simplemente, de trabajar más de prisa, y dejar de lado todo lo inútil. En lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente. Evite las charlas innecesarias. La hora que pasa con su madre la reduce a media. Lo mejor sería que la dejara en un buen asilo, pero barato, donde cuidaran de ella, y con eso habrá ahorrado una hora. Quítese de encima el periquito. No visite a la señorita Daria más que una vez cada quince días, si es que no puede dejarlo del todo. Deje el cuarto de hora diario de reflexión, no pierda su tiempo precioso en cantar, leer, o con sus supuestos amigos. Por lo demás le recomiendo que cuelgue en su barbería un buen reloj, muy exacto, para poder controlar mejor el trabajo de su aprendiz” (Ende 1987 p. 69)

A René le pareció interesante y emocionante. Dice que es “Terrorífica  pero también compasiva… trata de amor y tratar bien a tus amigos”.  Los planes de los agentes del tiempo son, efectivamente, terroríficos, quieren que los padres vean a sus hijos como “el material humano del futuro” un futuro  que necesitará un “ejército de especialistas y técnicos” para el que los niños tendrán que estar preparados, no se les puede permitir “perder su precioso tiempo en juegos inútiles” sería “una vergüenza para nuestra civilización y un crimen ante la humanidad futura” (p. 69).
Leer a Michael Ende con mi hijo, desde esta humanidad futura, me pareció de lo más oportuno.

sd


Ende, Michael (1987) Momo Barcelona: Alfaguara

junio 12, 2015

La edad de la punzada.

Me recomendaron a Xavier Velasco dos de sus grupis. Confieso que no terminé el primer libro de su autoría que cayó en mis manos (Éste que ves).
Imagen tomada de CNN México

Me regalaron este que ahora reseño. Le di una segunda oportunidad y me agradó.
Viví al lado del personaje principal (un adolescente de los 14 a los 17 años) los pensamientos, sentimientos, impulsos, temores, anhelos y remordimientos que a un joven varón de clase socioeconómica alta pudo haber experimentado en la década de los 80's.

A esa edad, en verdad ¿se puede estar pensando en cómo echar novia cuando tu padre está en la cárcel?, ¿puedes estar manejando a alta velocidad el auto que tus padres te acaban de regalar?, ¿puedes ocultar que has reprobado de año escolar solo para tener una guitarra que no sabes tocar?

No lo sé, no puedo recordarlo (o me duele hacerlo) y me angustia pensar que ahora puedo llegar a ser madre de un adolescente con esas ideas.

dfcg

enero 14, 2015

Mi meta de lecturas 2015

Hoy un amigo me preguntó si plantearme una meta numérica no endurecía el placer de la lectura.

Su comentario me sentó a pensar. Observé lo siguiente.

Desde hace tres años me he planteado una meta de lectura. Inicié con 20 libros y lo logré, así que al siguiente año me plantié 24 libros, dos libros por mes, me dije y lo logré. El año pasado ambientada en la ciudad del encierro por cuestiones de clima (Seattle) y con una biblioteca pública con un amplio acervo de literatura en español me decidí por 48 libros. No lo logré, leí 44 y aunque mi espíritu competitivo me hizo querer elegir -en el último mes- libros delgados para lograr los 48 no lo hice. Pensé que si así lo hacía estaba abandonando el placer por la meta.



Este año me he vuelto a plantear 48.

Solo cuento los libros de ficción. No cuento las tesis a las que de manera cotidiana doy lectura, ni a aquellos que por motivos de trabajo leo.

Si lo alcanzo no será motivo para recibir una medalla, si no lo alcanzo, tampoco me sentiré mal, lo que sí creo es que el número me mantiene atenta, como si fuera algo preciado que estuviera en una repisa que alguien ha colocado muy alto y que yo estoy pensando cómo lograr alcanzar lo que ahí se ha puesto.

¿Y tú, te unes a un reto de lecturas o prefieres leer lo que va llegando a tu mesita de noche?

Como sea que lo hagas, déjanos saber qué estás leyendo.

dfcg

diciembre 24, 2014

Lecturas navideñas



Hoy hablaré de lecturas para estos días y de la dicha que dan las palabras cuando vivimos en tinieblas. Sin importar si profesan alguna religión o las festividades que elijan celebrar, los cuentos y relatos que se han tejido en torno a la época son hermosos y han contribuido a la mística y el jolgorio que es característico del mes de diciembre.

En mi memoria de niña Navidad es un país lejano de recuerdos, una época de galletas, villancicos, familia que visitaba o visitábamos, un cúmulo de platillos que siempre tardaban demasiado tiempo y una magia dulzona de anticipación y regalos.

Recuerdo poco lo que pedí o recibí de Santa Claus (tradición más gringa que mexicana que mi abuelo nos heredó), pero no olvidaré jamás la cosquilla en las entrañas cuándo se apagaban las luces y yo intentaba con todas mis fuerzas discernir cualquier ruido que no fuera el refrigerador, la voz de mis padres o los rechinidos familiares de nuestro departamento, para tratar de escuchar el misterio. Creía sin creer del todo que alguien se acordaba de mí y me traía regalos, a la mañana o madrugada siguiente mi hermana, mi hermano y yo recorríamos el pasillo entre nuestros cuartos y la sala, con el estómago revuelto y emoción infantil. Los regalos eran sencillos y nos alegraban pero el gusto profundo surgía de todo lo que rodeaba esa mañana: las primeras posadas, el frío y las bufandas hasta la boca que mi mamá nos ponía tan apretadas que nos sabíamos cómo quitárnoslas, los encuentros y reencuentros, los abrazos, la comida, las canciones, las manualidades demasiado brillantes e inservibles que realizábamos en la escuela y por encima de todo las historias, lo que mis abuelos nos contaban, lo que mi papá y mi mamá recordaban, lo que inventaban los tíos y mis primos más grandes, lo que ahora yo trato de recrear para mi niña y mis niños.

No recuerdo libros en específico pero si adaptaciones del Cuento de Navidad de Dickens y relatos mezclados con costumbres y tradiciones de aquí y de allá. Hoy les comparto algunas lecturas que me parecen exquisitas con el fin de que la Navidad pierda el halo comercial que ahora la envuelve y recupere un poco el brillo de las historias que vale más que cualquier juguete.


Olivia celebra la Navidad / Ian Falconer / FCE.
Olivia sigue siendo Olivia, manda a todos en la casa, es impaciente y celebra las fechas entre ocurrencias y travesuras que a los niños los llenas de risa y anticipación.

Navidad en familia / Kestutis Kasparavicius /FCE
Un libro álbum con historias de cómo se celebra la Navidad en diversos lugares enmarcado en unas ilustraciones expresivas y llenas de detalles

El cuento de Auggie Wren/ Paul Auster ilustrado por ISOL /Lumen
Una historia de otras historias, que celebran y condenan las festividades navideñas.

Las cartas de Papa Noel / J. R. R. Tolkien /Minotauro
No sé cómo llegó este libro a mi librero y desconozco si se sigue publicando, pero al leerlo me di cuenta de que es una esas joyas que luego misteriosamente aparecen en casa. Es un libro ilustrado pero editado en 1983 así que carece de la estética de los libros álbum de los últimos años. Sin embargo transcribe las cartas que Tolkien escribió (e ilustró) para sus hijos durante más de veinte años, en el libro aparecen las cartas de 1925 a 1938.  Los textos son breves pero deliciosos porque cuentan las aventuras Papá Noel en el Polo Norte, junto con un Oso Polar que mete a todos en problemas y los duendes (que al estilo Tolkien, tienen su propio alfabeto) y al final son los que se encargan de escribir las cartas.

La Navidad en las montañas/ Ignacio Manuel Altamirano
Una novela costumbrista que da una idea de la época en la que fue escrita y acierta en la descripción de los espacios en los que sucede. No es mi favorita pero sé de muchos a los que les parece una buena lectura de Navidad.

La vendedora de fósforos / El soldadito de plomo /Andersen
Dos cuentos de los muchos que tiene Andersen que acontecen en escenarios navideños, son crudos y tristes porque se asemejan a la vida real, pero vale la pena contarlos y platicar de ellos con los niños.

Los elfos y el zapatero /Hermanos Grimm
Otro cuento clásico para niños más pequeños, lleno de misterio e ideas para aderezar la noche.

Cuento de Navidad / Ray Bradbury
Un cuento futurista, muy cortito pero sustancioso, que se acerca a algunas inquietudes triviales pero persistentes de papás y mamás durante las fechas.

Pues hasta aquí, felices fiestas y felices lecturas.
Nos leemos
cj


Los libros que menciono sin editorial los pueden leer en línea 

ILUSTRACION Carmen Lara

diciembre 19, 2014

Desalojan la biblioteca del Consejo Puebla de Lectura


Hoy a las 3:00 el Consejo Puebla de Lectura tendrá que entregar las instalaciones de un edificio que tuvo en comodato desde hace diez años, la Secretaría de Finanzas del estado considera que ya tuvieron suficiente y que la atención a más de 30 000 usuarios anualmente es una actividad poco redituable a la ciudadanía.


Desconozco las políticas públicas del estado pero conozco el esfuerzo y el enorme trabajo que el Consejo Puebla de Lectura realiza desde hace muchos años. El consejo es una organización civil sin ánimo de lucro, que se ha tomado en serio la formación de lectores impulsando la profesionalización de los mediadores a través de diplomados, congresos y un sin fin de actividades de capacitación, su bebeteca surgió en 2008 y desde entonces han trabajado incansablemente con papás, maestros, bebés y preescolares en prácticas de lectura en la primera infancia, además han consolidado espacios de lectura para jóvenes y adultos y han creado conciencia en muchos ciudadanos de la importancia que tiene la lectura en nuestro país.

Leo las notas sobre el desalojo con rabia e impotencia, con miedo al cierre de otros espacios de lectura, educación y cultura, envuelta en la violencia que sacude nuestro país sin posibilidad de ver la luz al final. ¿Hasta cuándo?, ¿hasta dónde?, ¿cómo seguimos adelante?, las preguntas explotan sin respuestas, se almacenan junto con los proyectos que pensaba posibles, se tambalean frente a las certezas y buscan las pocas gotas de esperanza que encuentro en mis entrañas.

No dejaré de creer en la lectura y de admirar a los guerreros de la educación y la cultura que a pesar de los golpes, de las estupideces y la ceguera del gobierno, recogen sus libros, sus logros, sus sueños y sus convicciones y buscan otro lugar para seguir luchando por este pobre país.

Les dejó aquí la liga a la página del Consejo Puebla de Lectura para que conozcan lo que hacen y apoyen el gran trabajo que realizan.

El lunes les compartiré una lista de libros y lecturas de Navidad para sacudir el tono gris que a ratos se apodera de este espacio.

Nos leemos, 
cj