octubre 28, 2013

Crianza y ¿lectura?






Hoy caí en cuenta de que el nombre de nuestro blog es irónico, no porque no queramos platicar de nuestras andanzas en el plano de la crianza o de las vívidas lecturas que aderezan nuestras vidas, el hecho tiene que ver con la dificultad de combinar las dos actividades, cuando ambas admitámoslo, demandan mucho tiempo.

Los libros son pacientes y esperan sin vacilar que les llegue el momento de ser leídos y tomados en cuenta, los hijos en cambio suelen andar bajos de paciencia y piden atención sin pudor alguno.

Generalmente acato la regla y atiendo a la hija mientras el libro espera paciente en la mesa de noche, pero este fin de semana fue diferente, estaba cansada, harta de la semana laboral, envuelta en una bruma de dudas y ansiedades que sabía que solo se calmarían si salía de mi piel y entraba  en otra, así tenía que ser, tenía que perderme en la lectura, beberme el personaje en turno y disociarme hasta dejar de pensar en mi mundo. El caso es que en el momento en el que tomaba el libro a mi hija le daba un repentino ataque de sed y me pedía que bajara a servirle agua, o le llegaba la hora de comer o de salir un rato, o pedía con ojos de perro a medio morir que le hiciera caso. El sábado así anduvimos, negociando el tiempo mientras yo me echaba tragos de lectura en el closet, en el baño o escondida en la cocina. El domingo la situación ya era evidente, el libro me consumía y yo era incapaz de dejarlo.


Supe que había tocado fondo cuando mi niña se acostó junto a mi en la cama y me pidió que le leyera lo que yo leía, lo consideré unos segundos y luego recordé que la historia no tenía un solo párrafo apto para los tres años de mi hija, no contesté y ella encontró la solución, fue a su cuarto y se trajo sus libros, se acostó a leer junto a mi y luego de tres segundos me pidió que le contara sus cuentos, así convivimos un rato, hasta que llegó mi esposo a salvar el día invitándole un helado a mi pequeña lapa.

Se fueron y me invadió una euforia indescriptible, un par de horas yo solita, yo solita con mi libro, con la posibilidad de perderme entre letras y vidas prestadas. Cedí al vicio mi tiempo y mi voluntad y me deje envolver, seducir y cautivar por la historia, el tiempo no duró nada… el ruido del coche llegando a casa me sorprendió con los ojos rojos y cansados, pero con la mirada tranquila y menos revuelta, la lectura calló los miedos hasta minimizarlos, era tiempo de levantar la vista y volver a la vida real.

Recibí a la hija y a mi galán cantante feliz y descansada, lista para dejar el vicio…  y retomarlo en la noche.

cj

octubre 10, 2013

Leer, otro asunto burocrático



Meses atrás escribí aquí sobre las formas en las que la SEP evaluaba el nivel lector en primaria y secundaria, hoy les cuento en qué va el asunto.

Hace unos años la SEP sintió que había descubierto el hilo negro al implementar en las escuelas un modelo que evaluaba la lectura basándose en tres competencias: comprensión lectora, velocidad de lectura y  fluidez lectora.  La idea no era tan mala, pero encontró en la práctica que lo medible pocas veces es un referente amplio de los niveles de comprensión. Así, maestros de aquí y de allá se dedicaron a  evaluar la lectura con cronómetro en mano; al alumno fluido, bien entonado y veloz se le consideraba un buen lector, contrario a aquellos pausados y poco articulados.

Pero la educación es pendular y para muestra la nueva propuesta para evaluar las “competencias lectoras”, unas cuántas páginas en donde la SEP como si hablara de otra instancia, se desdice de las antiguas prácticas y propone, ahora sí evaluar la comprensión, en el folleto en el que explica el cambio  dice: “La escuela tiene el compromiso de formar practicantes competentes de la lectura (y la escritura), y no solo sujetos que puedan “descifrar” el código, es decir, el lenguaje escrito”. En el mismo texto afirman que “leer es también comunicarse, entablar un diálogo con un autor, su tiempo, su contexto y sus ideas, sea el tipo de texto que sea”.

El cambio me parece necesario, leer efectivamente es comprender y dialogar con el texto, lo que siento esquizoide es lo radical del enfoque y la forma en la que se deslindan de responsabilidades en la antigua manera de pensar la lectura, un síntoma claro del cambio de sexenio, otra vez la actitud infantil que aniquila lo hecho e impone por milésima vez “su forma” de hacer las cosas, no puedo dejar de pensar en los profesores sometidos a horas de capacitación para contar lo leído y entender la fluidez, la cantidad de soporíferas charlas que han de haber impartido para justificar esa forma de ver la lectura, las preguntas y comentarios desdeñados para no tener que aceptar que leer es comprender no leer rápido o articular correctamente.

Al final la nueva propuesta también se queda a medias porque propone estrategias ineficientes para conocer cómo es que los alumnos comprenden lo leído, muestra escalas ambiguas que hacen referencia a como las pruebas PISA miden la comprensión lectora, pero no da ejemplos ni estrategias para implementar dentro del aula.

Como suele suceder me invade una profunda frustración al constatar lo poco que importa la educación en nuestro país, lo poco que vale el desgaste de los maestros y el esfuerzo de los alumnos. Para aquellos que hacen las propuestas educativas el acento está en la masificación, en encontrar una forma que funcione para todos, seguimos arrastrando una educación que impone contenidos y somete a los maestros a los caprichos de los gobernantes en turno, lejos estamos de un sistema que proponga y dé herramientas, de un modelo educativo en el que quepan las diferencias y se vea a los maestros como seres pensantes y capaces. Cambian los nombres y los formatos pero las raíces de la educación en México están cada vez más secas.

La lectura, tristemente, no se escapa de la burocracia.
cj