Hoy caí en cuenta de que el nombre de nuestro blog es irónico, no
porque no queramos platicar de nuestras andanzas en el plano de la crianza o de
las vívidas lecturas que aderezan nuestras vidas, el hecho tiene que ver con la
dificultad de combinar las dos actividades, cuando ambas admitámoslo, demandan
mucho tiempo.
Los libros son pacientes y esperan sin vacilar que les llegue el
momento de ser leídos y tomados en cuenta, los hijos en cambio suelen andar
bajos de paciencia y piden atención sin pudor alguno.

Supe que había tocado fondo cuando mi niña se acostó junto a mi en
la cama y me pidió que le leyera lo que yo leía, lo consideré unos segundos y
luego recordé que la historia no tenía un solo párrafo apto para los tres años
de mi hija, no contesté y ella encontró la solución, fue a su cuarto y se trajo
sus libros, se acostó a leer junto a mi y luego de tres segundos me pidió que
le contara sus cuentos, así convivimos un rato, hasta que llegó mi esposo a
salvar el día invitándole un helado a mi pequeña lapa.
Se fueron y me invadió una euforia indescriptible, un par de horas
yo solita, yo solita con mi libro, con la posibilidad de perderme entre letras
y vidas prestadas. Cedí al vicio mi tiempo y mi voluntad y me deje envolver,
seducir y cautivar por la historia, el tiempo no duró nada… el ruido del coche
llegando a casa me sorprendió con los ojos rojos y cansados, pero con la mirada
tranquila y menos revuelta, la lectura calló los miedos hasta minimizarlos, era
tiempo de levantar la vista y volver a la vida real.
Recibí a la hija y a mi galán cantante feliz y descansada, lista
para dejar el vicio… y retomarlo en la
noche.
cj