abril 28, 2012

Metafísica de los tubos -Los recuerdos recuperados de la infancia-


La primera frase de una novela, identifica a su autor con la tradición. Amélie Nothomb decide comenzar esta narración con una reminiscencia directa, más que eso un intertexto bíblico: En el principio no había nada. Abre pues la boca a la creación y se postula desfachatadamente, como el poeta creacionista, en calidad de dios.
No debe el lector ser ingenuo al creer que esta aseveración se apega a la deidad judeocristiana, porque inmediatamente surge la descripción oriental del huevo cósmico que se contiene a sí mismo y contiene todo.
Volviendo al inicio y a Metafísica de los tubos: “Algunos grandes libros comienzan con unas primeras frases tan poco llamativas que uno las olvida inmediatamente y tiene la impresión de vivir instalado en esa lectura desde el principio de los tiempos” (Nothomb 2001 pág. 8). En cambio, esta inteligente narradora, formula siempre inicios contundentes, que pone al lector a su merced hasta la última página, y todavía más, lo deja con hambre.
El tiempo de la narración ocurre durante los tres primeros años de vida de la escritora.  Se trata, sí, de una obra autobiográfica. El personaje vive los dos primeros años, sin dar muestras de vida aparente. Su transformación hacia el final del relato,  se suscita por el descubrimiento milagroso de un sabor.  
Esos recuerdos de la primera infancia, a los que nadie tiene acceso porque se escabullen hasta el inconsciente, se recuperan en esta breve, pero exquisita novela.  

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