enero 10, 2013

De mi negación a leer

Durante el año 2011 tuve de meta probarme que siendo mamá, profesionista, ama de casa y ser social se podía cumplir con la meta de lectura propuesta por la UNESCO: veintitrés libros al año.

Lo cumplí.

Di lectura a dicha cantidad, sin incluir las torres de tareas, anteproyectos de investigación y tesis completas que por mi trabajo debo leer.

Leí libros de quinientas páginas y también de cien. Leí en todas partes y a cualquier hora. Comenté lo leído, hice promoción de las historias, presté mis libros.

Entrando el año 2012 mi ritmo siguió y a finales de enero empezó a descender hasta junio, en ese mes ¡pum! desapareció mi gusto, me costó mucho trabajo tomar un libro, pospuse mis momentos de lectura y di rienda suelta a tejer.

En lugar de libros leí el periódico y revistas y como mi amigo Sixto dice "la resistencia genera persistencia", evité resistirme a este gusto por tejer (mantener mis manos ocupadas y dejar divagar mi mente al ritmo de una respiración tranquila) y dejé el libro en mi mesilla de noche.

Al final de este año sólo di lectura a diez libros, menos de la mitad. Desconozco a qué se debió mi falta de interés y mi cambio de atención, sólo obedecí a mi impulso.

Ayer, mientras buscaba un regalo, me encontré con un libro La marrana negra de la literatura rosa (Velazquez, 2010), lo tomé por el título que me provocó morbo. Lo empecé a leer en el pasillo de la librería y lo terminé acostada en mi cama. El primer cuento me provocó risas, asco, ternura y estupor. La narrativa me pareció fluida. Se lo enseñé a Marcia y se lo quería llevar a su casa.

Quizá, este norteño disfrazado de guardaespalda de político ha venido a quitarme mi "estreñimiento" lector.

Los mantendré informados.

dfcg
La autora no es crítica literaria pero sí le gusta blofear al respecto con frases como "narrativa fluida".

La foto fue tomada del sitio Letras Libres

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