noviembre 16, 2012

¡Feliz Cumpleaños José!


Hoy hace noventa años en Mora, Azinhaga (Ribatejo, Portugal) nació un escritor entrañable, una persona que a través de la escritura demostró sensibilidad y empatía hacía los seres humanos.

El escritor del que hablamos es José Saramago quien hoy  celebraría su cumpleaños número 90 y será objeto de diversas celebraciones. Su fundación propone a los lectores elegir una palabra que identifiquen como fundamental en la obra del autor, comentar el porqué y enviarla en un tweet; luego todas serán recopiladas y publicadas en la página web de la editorial Alfaguara. Pero muchos lectores crearon sus propias iniciativas y los tweets y mensajes alusivos a la obra del autor comenzaron desde la madrugada.

Yo he decido expresar mi profundo cariño por Saramago al recordar mi primer encuentro con su obra y la vez que lo vi en la FIL.

Llegué a Saramago por casualidad, a el maestro de la clase de Análisis Experimental de la Conducta se le ocurrió que deberíamos leer Ensayo sobre la Ceguera, elegir un personaje de la obra y aplicar los conocimientos teóricos de la materia con el personaje de ficción.

La clase no me gustaba pero leer siempre ha sido un vicio, así que compré el libro y comencé la lectura. El Saramago al que había llegado por encargo pronto empezó a rebelarse frente a mis ojos; sus pensamiento sin vacilaciones, la fuerza de la historia y la profundidad de las frases, chocaban contra mis expectativas y me exigían un esfuerza intelectual que me dejaba exhausta, dicho de otro modo: tuve que aprender a leerlo, tomar una y otra vez la frustración que me provocaba quedarme sin aliento al intentar leerlo en voz alta y conocerlo más allá de mis prejuicios y vacilaciones.

Al terminar Ensayo sobre la ceguera, Saramago ya era uno de mis clásicos, pocas veces me ha sucedido que con solo una obra un escritor me conquiste, con él no hubo necesidad de más encuentros,  una novela fue suficiente para afianzar nuestra amistad.

Después seguí con La Caverna, El cuento de la isla desconocida, Ensayo sobre la Lucidez, La flor más grande del mundo, Las intermitencias de la muerte, El cuaderno y más. Aunque tengo mis favoritos, sus historias siempre se comunican sin intermediarios con mi inconsciente; así sin saberlo enfrento algunos miedos, frustraciones y alegrías que hacen que su escritura sea inolvidable.

La única vez que vi a Saramago fue en la FIL, el día en el que presentó acompañado de Pilar (su ahora incansable viuda) Las intermitencias de la muerte, hablaba pausado pero con gracia, sus movimientos eran ágiles para su edad y su voz encajaba perfecto con su narrativa. Platicó sobre el nuevo libro, y la historia que contaba, atendió con calma a las preguntas del auditorio y en un gesto por demás generoso escuchó la demanda de un señor del público que le habló de los Zapatistas y le pidió que comentara sobre el tema.

Saramago para mí era la voz de la sociedad de los últimos años, una voz que no se callaba lo que pensaba y opinaba con melodía sobre las injusticias que nadie quería ver, su obra seguirá resonando por muchos años, y si es que nos mostramos un poquito más dispuestas, tal vez nos ayude a encontrar la forma de volvernos más humanos.

¡Felicidades querido José!

* Ahora que voy cerrando el texto, recuerdo que también tuve la oportunidad de ver y escuchar a Saramago en una exquisita lectura de fragmentos de Las Intermitencias de la muerte. Junto con Gael García y un perro que demostró excelentes modales, leyó con toda pericia, la inquietante historia.

Nos leemos.
cj

1 comentario:

  1. Recientemente leí Claraboya y me dio un escalofrío pensar que esos 20 años de silencio nos pudieron dejar sin el querido Saramago. Ya en esa primer novela estaba presente su genialidad.

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