noviembre 05, 2012

De los autores consentidos



Cuando era pequeño, mi hijo mayor, descubrió su primer autor consentido con una pequeña colección de libros de hojas gruesas. A prueba de manos pequeñas: Gato tiene sueño, Perro tiene sed, Ardilla tiene hambre y Pato está sucio le enseñaron a enunciar las necesidades primigenias; conoció a través de ellos, la secuencia de una narración simple y a reconocer las características peculiares de un autor. Las inconfundibles ilustraciones de los libros de  Satoshi Kitamura hicieron que, más tarde, encontrara por sí mismo en la librería Alex quiere un dinosaurio, Yo y mi gato, y En el desván.
Esos libros descubiertos, abrieron una ventana a la imaginación y hoy guardan la huella del niño que aprendió a pasar hojas delgadas (uno que otro pedacito de cinta adhesiva son la evidencia). También aprendió, a través de esas historias, algo sobre la responsabilidad que implica tener una mascota,  la fantasía desde la que se puede ser gato o  jugar en un lugar secreto, cuya existencia desconocen los adultos. Encontró deleite en los detalles escondidos, en los finales sorpresivos y la afición a un autor particular.
Por ese entonces yo también descubría a uno de mis autores favoritos. Con El evangelio según Jesucristo, entré al mundo Saramago. Su extraordinaria narrativa,  su incomparable prosa que siempre tiene algo de lirismo, sus personajes entrañables y su singular sintaxis, me hicieron adicta a sus novelas. Lloré con el final de Memorial del convento, me crispé con Ensayo sobre la ceguera, me conmoví con La caverna, disfruté con el humor sarcástico de CaínPor eso con la publicación de Claraboya, un año después de su muerte,  sentí alivio. Una novela más, la primera que escribió, la última en ser leída. “El libro perdido y hallado en el tiempo.” Sobre la anécdota de esa novela, alguien podría escribir otra novela. Pilar del Río, su viuda, la cuenta en el prólogo de la primera edición. 
Esta esdrújula se irá ahora a terminar la primera-última novela de su escritor consentido, no sin antes recomendarles una iniciación saramaniega, para niños: La flor más grande del mundo (aquí les dejo la liga de una animación, con la narración en la propia voz de José Saramago) y El cuento de la isla desconocida (para adolescentes).



sd

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