mayo 25, 2012

Leer en fuerte



Para mí leer en voz alta es una actividad entrañable, no sé con exactitud cuando o cómo adquirí el gusto por esta práctica pero creo que fue desde que era muy pequeña. Mis primeros recuerdos al respecto son de cuando yo iniciaba en la primaria y nos hacían leer “hasta el siguiente punto y aparte”, siempre esperaba que me tocara un párrafo largo y me ponía nerviosísima antes de mi turno. Me acuerdo que en cuarto de primaria pude leer frente a toda la escuela pues a mi salón le asignaron las efemérides del mes y mi maestra me seleccionó para leerlas, yo temblé de principio a fin a pesar de que me sabía de memoria los cinco renglones que leí. Ese nervio anticipado hasta la fecha me acompaña siempre antes de alguna lectura y lo disfruto enormemente.

Lo curioso es que esta práctica que parecía deliciosa y fundamental cuando empecé a leer, con cada año que cursaba se hacía más escasa, en secundaria rara vez  algún maestro pedía voluntarios para leer un apunte recién dictado o la entrada del libro de texto, pero fue una práctica nula en la clase de español y fuera del salón no se consideraba necesaria. Si yo seguí leyendo era porque a mi hermana también le gustaba y a veces repetíamos la práctica de “hasta el siguiente punto y aparte” entre nosotras. En preparatoria y universidad leer en voz alta era un sacrilegio, nadie lo hacía y a nadie le interesaba escuchar, en las clases de literatura si es que alguna vez leímos lo hicimos en parejas nunca en grupo o de forma organizada. Yo leía en voz alta para mí, sola y pensando que  lo que hacía tenía más que ver con cierta falta de cordura que con el gozo por las palabras.

Pero hay cosas que se nos pegan al corazón a pesar del contexto o lo que suceda en nuestra vida y para mí leer en fuerte ha sido un acto necesario. Hay pasajes de novelas, algunos cuentos o ciertas poesías que si no las digo en fuerte no las entiendo del todo, necesito jugar con la entonación, los puntos y  el silencio para aflorar el sentimiento y hacerlos más míos.

Durante el breve tiempo que fui maestra de preescolar  constaté la fuerza que tiene un texto contado y el poder de las palabras cuando se les llena de sentido y sentimiento y en los años que he trabajado con adolescentes leer en voz alta siempre ha sido una práctica esencial en mis clases, una práctica que en un principio no les parece ni interesa pero que a menudo los enamora y reconcilia con la otra lectura (esa en silencio, que siempre parece más formal y necesaria). Una actividad que además provoca que revisemos nuestra capacidad de escucha, casi extinta y tan necesaria en estos tiempos.

Como mamá leer en voz alta me ayudó enormemente durante los primeros meses de vida de mi hija, a ratos cuando yo estaba tan cansada que no sabía bien que decirle o cómo decirlo, tomaba un libro y le leía. Yo sabía que ella no entendía el significado del texto, lo que a mi hija le gustaba era la calma que se apoderaba de mi voz al leer, la forma en la que jugaba con las palabras y me divertía.

Y es que cuando se lee de corazón, cuando tomas un libro y te armas de valor para empezar a contarlo, cuando conoces las palabras y sientes la necesidad de paladearlas y compartirlas entonces la lectura en voz alta es más que lectura, es una forma de comunicación entre inconscientes, un dialogo de tonos y melodías que nos acercan a las fibras más sensibles y profundas de lo que somos.

Si no me creen los invito a que lo intenten. Empiecen a leer frente a otros y verán qué es lo que sucede; serán testigos de como el ruido cede ante la voz y el silencio de quién escucha comienza poco a poco a acompañar a quién lee. Porque sobra decirlo pero una lectura en voz alta no la hace sólo aquel que lee, también quién escucha con su silencio construye el texto y lo interpreta.

cj

1 comentario:

  1. Yo también fui asidua a leer en voz alta, me favoreció el hecho de ser las primeras del grupo en aprender a leer.
    ¿Recuerdan que había concurso de lectura? Yo participé en 5to grado, recuerdo que parte del entrenamiento fue leer pasajes de la Biblia, pues la señorita Marina me dijo que con los difíciles nombres que ahi venían y el cómo estaban construidas las oraciones era una buena manera de prepararme para leer cualquier texto.
    Recuerdo que los nervios me traicionaron y no pase a la semifinal. Me gusta leer en fuerte.

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