mayo 21, 2012

Una ventaja y un placer


Una persona como yo, que padece de pánico escénico, no se vería a sí misma desempeñando un trabajo donde tuviese que estar hablando delante de un grupo mayor a tres personas. Sin embargo, por alguna circunstancia impredecible y por mediación de un entrañable amigo, me convertí en maestra de secundaria y preparatoria. En lo que creía una opción laboral pasajera, encontré una vocación que he amado férreamente a lo largo de poco más de una década. 

Descubrí que podía contribuir en la tarea social de construir lectores. En el camino me fui dando cuenta que se trata de una tarea casi artesanal, no hay fórmula efectiva. Por principio hay que ser un lector de amplio espectro, solamente así  se puede acudir a una gama suficiente para ofrecer a los lectores en formación. Hay que ser también muy observador para proponer cierto libro en el momento adecuado, es decir: el que sea compatible a  los intereses particulares de cada alumno; que lo motive a leer, releer, charlar y escribir sobre lo que descubrió entre páginas.

Tengo que decir que soy afortunada, con frecuencia mis exalumnos me hacen sentir su cariño y gratitud. Se entenderá sin dificultad que, cuando desde siempre fueron sensibles a la lectura, no me adjudico mucho mérito.  El verdadero reto es que lean quienes todavía no encontraron el gusto en hacerlo.   En días recientes vino a saludarme un exalumno; que mientras estuvo en la preparatoria,  fue un alumno muy querido por su personalidad carismática. Sin embargo no fue un alumno proclive a leer, era más bien el tipo de alumno deportista e inclinado a las ciencias exactas.

Pues este muchacho que ha sido capaz de seguir su propia pasión (ahora está a mitad de la carrera de Arquitectura) me ha dicho algo que los maestros necesitamos escuchar de vez en cuando para continuar:  -"Gracias por darme el hábito de la lectura, es una ventaja y un placer"-. Me sorprendí porque recordé algunos  libros que le había dado a leer a este futuro arquitecto: Albercas de Juan Villoro (algo que en su momento le ofrecí por tratarse de un autor cuyo estilo es asequible y porque se trataba de un libro de cuentos,  género muy  favorable para quienes todavía no consiguen permanecer mucho tiempo inmersos en la lectura) y Dios sí juega a los dados de Óscar de la Borbolla, una vez que  había mostrado agilidad lectora, ya que para interpretar correctamente estos cuentos hace falta poner en juego  teorías científicas (geometría de fractales, matemáticas del caos, saltos cuánticos, física cuántica).
 
Platicamos un poco sobre sus lecturas actuales y no hizo falta que aclarara porqué leer es para él una ventaja y un placer. En su discurso fluido se explicaba a sí mismo. Creo que el secreto está en la convicción de que existe un libro para cada quien.  El maestro de Literatura tendría que ser una brújula para que sus alumnos encuentren  ese libro y que, independientemente de convertirse en ingenieros, abogados, arquitectos, médicos, músicos, escultores, no dejen de ser lectores porque es así como podrán llegar a ser personas tolerantes y críticas a la vez.  Sigo teniendo pánico escénico, pero la mejor manera que encontré de superarlo es hablar de Literatura. 

P.D. Por cierto, la ilustración que me acompaña fue hecha por otro alumno, en otro momento, pero sobre el mismo libro que mencioné antes. Sin embargo  “esa es una historia que deberá ser contada en  alguna otra ocasión”
P.D. 2 Les dejo aquí un enlace a mi propio cuento favorito de Dios sí juega a los dadosEl paraguas de Wittgenstein. Gracias al cual, finalmente, entendí la intincada teoría de este filósofo del lenguaje.

sd

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