mayo 07, 2012

Los ojos de dios


Desde pequeño, mi hijo mayor ha tenido la costumbre de dispararme las preguntas más agudas, esas que hacen que uno pierda por un minuto su estabilidad adulta, cuando estoy concentrada en ocupaciones mundanas, es decir, cuando estoy más distraída.  

Acostumbrada a sus dudas ontológicas, un día que pasé por él al colegio, me hizo quedar en ridículo conmigo misma. Apenas había subido al automóvil y se había acomodado en el asiento, me inquirió a quemarropa: “¿Conoces los ojos de dios?”. Inmediatamente calibré el mecanismo intelectual, pensé en una cantidad suficiente de variables que podrían haber puesto en su mente esta cuestión teológica. ¿Será una inquietud propia?, ¿de dónde se le ocurre que pueda dios ser un  vidente?, ¿por qué me pregunta eso sabiendo que yo no creo en la existencia de un ser supremo?.

Después de un momento de sensata reflexión respondo que no. Entonces mete una mano en la mochila y de entre los cuadernos extrae una pequeña cruz de palo que entrama estambres de vivos colores formando un romboide. - “Lo hice hoy” – me dice, ofreciéndomelo – “es un ojo de dios, así le dicen los huicholes”. 
"¡Vaya!, ahora me parece que sí los había visto antes, ¡es hermoso!", comenté. Entonces, llegó de entre mi memoria más remota, la escena en que mi hermano mayor  (después de terminadas las abluciones de la semana mayor)  se encargaba de dibujar sobre el quicio de la puerta de entrada, el ojo de la divina providencia… de dios.

La maravilla de criar niños está en lo alerta que nos obligan a estar. Los niños son un desafío constante a nuestra concepción del mundo, porque sus ojos nuevos, que miran y descubren todo, ponen a prueba nuestras más sólidas creencias, nos devuelven el valor y la belleza de las cosas simples, festivas y llenas de colores. También, de vez en cuando, nos enseñan otras rutas de la cultura y por supuesto, nos  ayudan a recuperar  los recuerdos de lo que nos constituye, más allá de lo que estamos dispuestos a aceptar. 
A raíz de este afortunado mal entendido,  hicimos una visita al Museo de Arte Huichol Wixarica donde pudimos conocer un poco más de esta extraordinaria cultura, con una tradición literaria llena de historias que, por su carácter épico, son fabulosas para contar a los niños.   

sd

No hay comentarios:

Publicar un comentario